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A cien años de la huelga general y sus 1356 muertos
Agradecemos a Christian Ferrer quien en el 2005 encargó la traducción de éste capítulo del libro de Katherine Dreier para publicar en la Revista Sociedad, número 24, de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Y en el Centenario de la histórica huelga de 1919 quiso compartir este increíble testimonio.
Traducción de Marie Longobardi
Huelga General, Buenos Aires, enero de 1919. Capítulo del libro “Five Months in the Argentine from a Woman’s Point of View” de Katherine Dreier -millonaria y feminista que vivió esos días en Buenos Aires-.
“Cuando sugerí por primera vez la posibilidad de ir a Sudamérica muchos me advirtieron acerca de lo peligroso que podía ser, recordándome sus constantes revoluciones, pero yo simplemente me reí ante esta idea, diciendo que hablaban de una Buenos Aires de hace cincuenta años atrás, no de la Argentina de hoy. Sin embargo estaba equivocada, pues el Espíritu de la Revolución aun acecha a este país grande e inquieto. Como ya he citado, “la historia de los pueblos del sur está llena de revoluciones y es rica en sueños de una perfección inalcanzable”. Es esta audacia para hacer frente a revoluciones lo que los vuelve tan interesantes. Somos todos una mezcla tan curiosa de valentía y miedo… lo que en el norte nos deja impertérritos, a ellos en cambio los sobrecoge de temor, tal como se ve ilustrado en la época de la epidemia de la que hablaré más tarde, ¡pero quién en New York no estaría aterrorizado ante la idea de una revolución! ¡Sin embargo García Calderón se refiere a ella como la única manera de conseguir la perfección inalcanzable! Y yo por mi parte estaba feliz de encontrarme casualmente en Buenos Aires en el momento en que una nueva ola de búsqueda de lo inalcanzable arrasó con la ciudad.
Para la mayoría fue como un rayo que cayera de los cielos. ¡Tan inesperado! Todos sabíamos de la “Huelga Vasena”, había durado semanas, ¿pero a quién le importaba? ¿Quién realmente estaba interesado salvo de manera vaga y lejana? Pero entonces cayó el rayo. Se llamó a una Huelga General y los trabajadores de Buenos Aires abandonaron sus herramientas. Fuimos entonces forzados a prestar atención – nosotros, gente cómoda. Tuvimos que escuchar la historia de la Huelga Vasena, la Huelga del Puerto y otras huelgas; la gente exigía que escucháramos, nos obligaron a escuchar. ¡Y vaya que escuchamos! Cuán diferentemente fue que escuchamos todos, es lo que trataré de contar. También intentaré contar la historia imparcialmente, tal como a mí me llegó, una de los tantos oyentes forzados en Buenos Aires.
La huelga se convocó para las tres de la tarde del jueves 9 de enero, una huelga general para asistir al funeral y honrar a los muertos que habían caído el día anterior en los Talleres Vasena. Esto, como ya dije, fue como si una bomba hubiera caído del cielo, puesto que nadie lo esperaba. Nunca había creído posible que los trabajadores pudieran estar tan enardecidos como para organizar satisfactoriamente semejante huelga. Caí en la cuenta de lo terribles que debían ser las condiciones en las que estaban viviendo y trabajando como para lograr que ésta fuera posible, ya que se trató de una huelga general en la que todos participaron. Incluso nosotros fuimos obligados a hacer caso de sus muertos, dado que quienes hacían a nuestra comodidad se rehusaron a trabajar.
El nuestro fue el único hotel que consiguió servir las comidas a sus huéspedes durante los siguientes días, así como continuar con el aseo de las habitaciones. Todos los otros hoteles, incluso los mejores, como el Plaza, el Majestic y el Savoy, no pudieron hacer nada por sus huéspedes más que permitirles conservar sus habitaciones. Éramos, por lo tanto, más afortunados y personalmente padecí poco, siendo la única diferencia el tener que tomar el desayuno en el comedor en vez de tenerlo servido, de acuerdo a la costumbre europea, en nuestras habitaciones (costumbre que existe en toda Sudamérica). Si uno puede llamar incomodidad al tener que presentarse puntualmente para el almuerzo y la cena (que se servía a modo de table d’hote ), entonces estábamos incómodos. Que nuestro hotel pudiera servirnos tan bien se debía a la lealtad personal de un cocinero, dos camareras, el conserje, el maitre d’hotel y el cajero; todos daban una mano. Pero en otros hoteles donde el espíritu de cooperación entre el patrón y los empleados no existía, los huéspedes sufrieron bastante. Todo se detuvo; todos los panaderos, todos los lecheros, todos los carniceros, todas las tiendas, todos los carruajes y coches, todos los automóviles, todos los tranvías. De hecho el trabajo mismo se detuvo y el indefenso millonario se vio obligado a depender de sus propios recursos. Después de todo, quedó demostrada la inutilidad del oro cuando la gente se rehúsa a reconocerlo como bien de cambio. Porque el oro no podía llevarnos de aquí para allá, u hornear o freír o realizar ninguna de las tantas cosas que hacen agradable la vida. Tan bien organizada estaba esta huelga que ningún coche privado siquiera intentó aventurarse a las calles. La comida que se traía del campo fue abandonada a pudrirse en el depósito, ya que no había hombres para descargarla del tren ni nadie que luego la cargara a los vagones para ser transportada, como tampoco ningún vagón para llevarla. Los hospitales se vieron forzados a enviar sus ambulancias, enarbolando la Cruz Roja, a recolectar sus alimentos de la estación. Esto devino en duras privaciones para las madres con criaturas y para los niños pequeños, puesto que no habría de comprarse ningún pan, no habría de tenerse nada de leche.
La causa de este tremendo trastorno era la huelga que había durado tres semanas en los Talleres Metalúrgicos Vasena. Vasena, un inmigrante italiano, había logrado montar los talleres metalúrgicos más grandes de esta parte de Sudamérica. Después de su muerte, los talleres se convirtieron en una compañía mayormente adquirida por capitalistas ingleses. Los hombres exigían menos horas de trabajo y mejores salarios. Al haber sido rechazadas estas demandas declararon la huelga. La compañía, no obstante, mantuvo los talleres en funcionamiento contratando rompehuelgas japoneses en un número de alrededor de trescientos. Los ánimos se exaltaron y el resultado fue que el miércoles, ocho de enero, el estallido causó la muerte de varios huelguistas. Se llamó a una huelga general al principio únicamente para la tarde del jueves, dirigida a la gente de Buenos Aires con el fin de honrar a los trabajadores muertos. Esto era un jueves nueve de enero, el funeral a realizarse a las tres de la tarde. Lo que ocurrió luego nadie lo sabe, pues cada parte niega rotundamente haber sido autor del primer disparo. ¡Pero hubo un primer disparo! Una tremenda multitud de condolientes había precedido los coches fúnebres. Entre las personas que formaban el cortejo se encontraban algunos diputados socialistas, uno de los cuales le contó a la Doctora Moreau que al entrar al enorme cementerio llamado Chacarita, donde los pobres entierran a sus muertos, fueron repentinamente atacados y baleados por la policía. Se desencadenó un terrible tiroteo que resultó en la muerte de cuarenta o cincuenta personas más. Los huelguistas firmemente sostenían –y estaban respaldados por el diputado socialista– no haber sido los primeros en atacar. No es de extrañarse que este incidente, espantoso desde todo punto vista y sobre todo si uno se coloca en el lugar de aquellos que lloran a sus víctimas, lograra una expresión de apoyo entre todos los trabajadores a lo largo de toda ciudad.
Esa noche se llamó a una huelga general a la que todos respondieron, y el viernes por la mañana Buenos Aires despertó para descubrir que no había periódicos en sus mesas de desayuno, y hacia la tarde todos los empleados habían salido de sus casas y fábricas. La policía a su vez sostiene que simplemente se encontraba vigilando la entrada al cementerio para prevenir disturbios, y que ellos habían sido los primeros en ser atacados. No tomaré partido puesto que nadie sabe quién disparó, pero sí sé que el trabajador propiamente dicho en Buenos Aires está trabajando en condiciones que hacen que mis simpatías estén de su lado cuando lo que intenta es mejorar su situación.
Buenos Aires se encontraba en una curiosa posición, puesto que el día en que se declaró la Huelga no tenía Jefe de Policía. El Presidente Irigoyen (sic ) inmediatamente dio orden al General Dellepiane a tomar el mando total de las tropas y la policía durante la huelga. Esta fue, sin duda, una sabia decisión, ya que el General Dellepiane era un hombre que contaba con la total confianza y respeto de todos, patrones y obreros, argentinos y extranjeros. Dado que, por extraño que pueda parecer, el mayor alboroto provino de los extranjeros. El Dr. Gonzales (sic ), anterior Ministro de Guerra, fue entonces nombrado Jefe de Policía bajo las órdenes del General Dellepiane. Inmediatamente se convocó a la milicia y se ubicaron ametralladoras en los edificios administrativos, en la Casa Rosa (sic) en la Plaza de Mayo, en la Plaza Constitucione (sic), y en la Bocca (sic). Se situaron guardias armados ante la residencia privada del presidente, los edificios de la compañía de agua, los edificios de la compañía de gas y electricidad, el correo y las estaciones telegráficas, los cuarteles centrales de policía, el arsenal, las diversas estaciones de ferrocarril, los Talleres Metalúrgicos Vasena y frente a los depósitos del puerto. ¡Ni el famoso Jockey Club fue pasado por alto! Algunos barrios, aquellos en donde vive el trabajador más humilde, estaban particularmente vigilados y se encontraban cortados por cordones de tropas y policía que inspeccionaban a todos quienes quisieran pasar. Yo no podía sino sentir admiración hacia los hombres que habían organizado la huelga. Tan perfecta era, que en una ciudad de un millón y medio de habitantes no se podían encontrar suficientes rompehuelgas para contrarrestar la huelga general organizada. No creo que en los Estados Unidos sea posible lograr tal organización, y esto pienso habla bien de los Estados Unidos. Creo que solamente cuando el sufrimiento del hombre ha alcanzado tal intensidad y llega a agotar su última resistencia, la naturaleza humana recurre a medidas tan drásticas. La policía montada dispersaba todas las reuniones y, al mirar las calles desde mi balcón o al dar un paseo diario por mi zona, quedaba impresionada ante la seria expresión en los rostros de los hombres así como ante su serena dignidad.
Durante todo el día, el viernes diez, los únicos ruidos que llegaban de la calle fueron el retumbar de las grandes furgonetas que iban y venían, llevando su carga de infantes de marina armados para vigilar el puerto y los Talleres Vasena. Desde mi balcón pude observar muchos pequeños episodios donde la huelga se hacía presente más claramente. La desdichada llegada de los viajeros a la Estación Retiro sin ningún vehículo que los trasladara a su destino final; dándose cuenta súbitamente cuán lejos y a trasmano quedaba la estación, locación que siempre había parecido tan conveniente. Pero vaya si no es una historia totalmente diferente cuando uno tiene que cargar todo su equipaje uno mismo y caminar pesadamente, dificultosamente, en el insoportable calor de verano, hacia la zona residencial de la ciudad.
A las nueve y media de la noche se llevó a cabo una emboscada bajo mi ventana en el Passeo de Julian (sic ), uno de los bulevares montado de la manera más espléndida en la ciudad. Un escuadrón de soldados de infantería de marina estaba persiguiendo a unos huelguistas que habían escapado del arresto y era realmente escalofriante ver a estas figuras revestidas de blanco lanzándose velozmente, entrando y saliendo entre los arbustos y árboles, a la caza de estos hombres con sus bayonetas relucientes al descubierto. A las diez en punto las ametralladoras abrieron fuego y el intenso cañoneo se prolongó durante media hora.
Cuando la comida comenzó a escasear, se tomaron por asalto varias comisarías, entre otras las No. 12, 20, 21, 30 y 32, imponiéndose a los guardias. Se dispusieron ametralladoras en los techos en estos sitios. Se tomaron por asalto la oficina de correos y el arsenal y todos los comercios que tuvieran armas de fuego fueron saqueados. Los huelguistas también intentaron cortar todos los cables eléctricos, de manera que toda la ciudad quedara sumida en la oscuridad total, pero en esto no tuvieron éxito. Sí lograron, no obstante, destruir muchas lámparas, 1500 lámparas de petróleo, 300 lámparas de arco voltaico y 1000 bulbos eléctricos, alcanzando su cometido a lo largo de todos los sectores residenciales, que se encontraban ahora en completa oscuridad. Esto aumentaba la confusión general al anochecer, y como muchas personas con malas intenciones utilizaban esta oportunidad bajo el pretexto de la huelga para ajustar alguna cuenta o llevar a cabo alguna venganza privada, el peligro se vio incrementado. En consecuencia, muchos jóvenes de buenas familias se ofrecieron como voluntarios en la fuerza policial para mantener bajo vigilancia su sector y, como se requería a la policía en todos lados al mismo tiempo, aun siendo asistidos por la milicia, esta ayuda agregada permitió que algunos pudieran descansar un rato.
La posición del Gobierno no fue aliviada por los títulos de algunos periódicos extranjeros, especialmente los ingleses. Ya que, después de todo, el Presidente Irigoyen como presidente de la Argentina del rico y del pobre, del patrón y del obrero, contaba con la clarividencia como para advertir que cada parte tenía sus verdades a favor. Como le sucede a todo quien intenta ser justo, fue atacado por todas partes –por los empleadores por aliarse con los huelguistas, por los huelguistas por aliarse con los empleadores. Como yo veía la situación desde el punto de vista de alguien ajeno a la misma, no siendo ni patrón ni obrero, me parecía que el Presidente estaba tratando de ver las razones a favor de ambas partes, así como las razones en contra. Los ánimos se caldearon y el intenso calor durante esos días lo estimulaban en vez de aplacarlo. Por mi parte, pienso que, tomando todo bajo consideración, el gobierno controló la situación notablemente bien, y, en general, la gente mostró gran dominio de sí misma.
El once de enero La Prensa y La Nación volvieron a publicar sus periódicos por primera vez. Salí a dar mi paseo habitual, y, al caminar por Sarmiento llegando al cruce con la Calle San Martín pasé a tres policías armados que montaban guardia para impedir que nadie circulara por San Martín entre Sarmiento y Corrientes, la cuadra donde La Nación tiene su edificio. Cada policía portaba un arma cargada y una bayoneta. Al llegar al cruce, un hombre intentó abrirse paso a través de la policía, y entonces me di cuenta cómo fue que se mató a tanta gente inocente el día anterior, pues si el policía hubiera tenido que disparar, la bala perfectamente hubiera podido darme a mí tanto como a aquel a quien en realidad estaba destinada.
Se colocaron carteles por todas partes pidiendo a la gente que permaneciera tranquila. Se abrió fuego de metralla nuevamente a las 6 de la tarde, aunque se rumoreaba que la huelga terminaría esa noche. A la mañana siguiente, 12 de enero, aparecieron todos los periódicos. La huelga se había dado por terminada al final de la noche anterior excepto en los puertos. A las tres del día 11, un Comité de la Federal Obrera Regional , compuesto por los trabajadores Sebastián Marola , Manuel Gonzáles, Petro Vengut y Juan Curmos, presentó sus condiciones al General Dellepiane. El comité de trabajadores exigía, primero: La libertad de todos quienes hubieran sido detenidos durante la huelga; segundo: La aceptación de las condiciones que los huelguistas presentaran a la firma Vasena; tercero: La reincorporación de todos los trabajadores que habían sido despedidos por los Ferrocarriles Southern Pacific. Al mismo tiempo aprovecharon esta oportunidad para asegurar al gobierno que en ningún modo eran ellos responsables de los ataques perpetrados contra la oficina de correos y al Jefe de Policía. Esto sucedía a las tres. A las cuatro el Sr. Alfredo Vasena asistió a una conferencia con el Ministro del Interior y aceptó los términos de los trabajadores. Por consiguiente, el Jefe de Policía en nombre del Presidente Irigoyen declaró que los prisioneros serían liberados y aceptó los términos. Después de lo cual el comité de trabajadores emitió un manifiesto declarando que la huelga había concluido.
Algunos extractos de mi diario durante esos días quizás puedan agregar detalles de color a la historia general.
“Cerraron sus puertas todos los teatros, todas las salas de cine, la ciudad quedó completamente muerta. Apenas un puñado de cafeterías, de las menos costosas, tenían sus persianas de hierro a medio abrir, dado que en Buenos Aires todos los restaurantes y tiendas están equipados con persianas corredizas de hierro corrugado frente a sus ventanas y entradas principales. Estas persianas se encontraban abiertas de modo tal que al agacharse uno pudiera entrar a comer algo y, al mismo tiempo, en caso que los huelguistas lo objetaran, las persianas podían cerrarse y obstruirse. Los médicos debían enarbolar la bandera de la Cruz Roja para poder pasar sin ser importunados”.
“The Standard, en su publicación del 12 de enero, asume que la mayoría de los ataques de los trabajadores estaban dirigidos contra las firmas inglesas o de propiedad de los Aliados y, por lo tanto, creía que la huelga era fomentada por Alemania. Los rumores, por el contrario, dicen que las firmas inglesas explotan a sus hombres más que otras firmas. Quién tiene a la verdad de su lado es difícil de aseverar, pero esto es seguro: si las condiciones y horas de trabajo no hubieran sido tan terribles, la huelga nunca podría haber tenido lugar”.
“Hacia el mediodía del domingo 12 pasó el primer tranvía, y para las doce y media ya circulaban regularmente cada pocos minutos. Alrededor de la una y media, las tres líneas de vuelta al hotel hacían su recorrido normalmente, aunque pararon a las siete de la tarde”.
“El odio de clase se puede observar en muchos pequeños incidentes. En particular, quedé sorprendida por un episodio que había presenciado entre un hombre de la denominada clase superior y un obrero. La indiferencia del obrero había despertado tal ira en el otro hombre que éste se hizo de una piedra afilada del suelo con intención de arrojársela al primero, pero luego, en vez de cumplir con este cometido, fue poseído por tal pasión que comenzó a patear a su adversario tal como lo hubiera hecho un niño malcriado. El obrero permanecía absolutamente pasivo hasta que algo que se dijo lo irritó, y entonces, repentinamente, extrajo su cuchillo. Afortunadamente para ambos, un hombre interfirió, un policía hizo sonar su silbato, apareció un automóvil con cuatro soldados armados, se acercó, dio una vuelta alrededor lentamente. Finalmente la multitud se disipó y un policía se marchó con el caballero, otro con el obrero… el auto se alejó”.
“Al atardecer los oficiales de marina circulaban nuevamente camino del cumplimiento del deber. En la misma mañana del 12 de enero volvieron a aparecer todos los periódicos. Alguien atacó a un canillita que vendía periódicos en mi esquina. Se había reunido una inmensa multitud y tres policías para escuchar la historia del chico. Dos de los policías fueron tras el hombre que había hurtado y destruido los periódicos del muchacho, pero no lograron atraparlo. Hacía calor y volvieron exhaustos y exasperados, y, queriendo dar rienda suelta a sus sentimientos reprimidos, comenzaron a golpear al pobre canillita con el llano de sus espadas y a gritarle que se marchara de una vez. Me hubiera gustado poder entender todo lo que se decía en la acalorada discusión entre aquellos que quedaron luego, pero, ¡ay!, sólo pude captar alguna que otra palabra, alguna que repetían constantemente. Algo acerca de ‘esta americana’. Puedo asegurar que no somos exactamente amados. Tampoco lo son los ingleses. No culpo de todas maneras enteramente a la gente, especialmente cuando uno acierta a escuchar comentarios como el siguiente: ‘Era un buen deporte ver las ametralladoras apuntando a los hombres, especialmente si uno se encontraba a salvo en el techo’. ¡Dicha observación proveniente de un escocés! O el comentario de un robusto e hinchado americano que se encontraba tomando su desayuno a las diez, desayuno compuesto de huevos, pan y manteca y dos tazas de café. Insatisfecho por no poder contar también con algo de jamón, dijo en algo parecido a un tono despectivo: ‘Todos aquí se comportan como enclenques. Deberían matar a tiros a algunos cuantos y así darles una lección’. Estaba furioso con el gobierno por interferir con su jamón y huevos, ¡y sin embargo habría de comer algo nuevamente en dos horas y vaya si contaba con ello!”.
“El Lunes, 13 de enero, los coches circularon hasta las ocho de la noche. Los camareros retornaron al mediodía, así como los otros sirvientes, y el hotel una vez más se encontraba en el orden de siempre. Habrían de encontrarse algunos aventurados choferes con sus caballos y carruajes de alquiler, pero no habría de verse ningún taxi”.
“Los informes hablan de 2000 personas muertas en los últimos días. La mayor cantidad de muertos y heridos se produjo en las proximidades de los Talleres Metalúrgicos Vasena. Si bien se hacía responsable de esta huelga a los Talleres Vasena, no se puede soslayar, como ya he mencionado, el hecho de que si la condición del obrero no hubiera sido tan terrible, la Huelga Vasena nunca podría haber devenido la cerilla que envolviera en llamas a los trabajadores en la Argentina”.
“El incidente de los Talleres Metalúrgicos Vasena fue en realidad simplemente la última cerilla que sirviera para prender fuego la ciudad y, a partir de lo que pude averiguar, la historia se sucede como sigue (recibí este relato de un amigo del hombre que actuó como delegado de la Policía bajo el Dr. Casas. El Dr. Casas renunció tres semanas antes de que se llamara a la huelga general): Hace aproximadamente cuatro semanas, cuando comenzó la huelga en los Talleres Metalúrgicos Vasena (donde se emplea a 1400 hombres) ésta tomó una dirección tan seria que la Compañía buscó protección en el Gobierno, protección que le fue garantizada. Como los trabajadores objetaran tal resolución, el Gobierno aconsejó a la Compañía Vasena que cerrara sus talleres y viera de llegar a un acuerdo. Ya se había consentido a esto, cuando desafortunadamente esa misma tarde del miércoles ocurrió el incidente entre los rompehuelgas japoneses y los huelguistas, causando la muerte de estos últimos, con los serios y trágicos resultados que siguieron al momento del funeral el jueves nueve de enero. Me dijeron que el Dr. Casas había renunciado porque creía haber descubierto, a través de la policía de Montevideo, un grupo de bolcheviques rusos que había formado un partido maximalista tanto en Montevideo como en Buenos Aires; por lo que aconsejó al Presidente mandar a detener a estos hombres. Al negarse a esto el Presidente, el Dr. Casas decidió renunciar. El domingo 12 de enero, en una casa en la esquina de Corrientes y Verinejo (sic) , se apresó a los líderes. Se declaró que contaban con el suficiente dinero, municiones y vituallas como para llevar a cabo la conspiración. Un hombre joven de aproximadamente treinta años, cuyo nombre era Pedro Wald –así contaba las historia– fue elegido Presidente Maximalista, y Jean Selestuk, Jefe de Policía. Se rumorea que más tarde Wald murió en la cárcel y que se tomaron como prisioneros alrededor de dos mil Maximalistas, todos ellos embarcados a bordo de una nave que convenientemente habría de naufragar a la altura del Cabo de Buena Esperanza. Más adelante toda esta historia en relación a Wald y el barco resultó ser una ficción periodística. Wald resultó ser no un bolchevique, sino un inocente judío que escribía para el periódico Die Presse, sin siquiera tendencias radicales. El clima estaba tan enrarecido y tan grande era la confusión que existía en la mente de la gente entre rusos y judíos, que muchos judíos fueron atacados al ser confundidos con rusos, y a su vez los rusos fueron tildados de bolcheviques. Incluso muchas firmas ya habían despedido a todos sus empleados rusos y judíos. La Dra. Moreau , médica, fue llamada a muchas casas judías para atender a los heridos. Su descripción de la devastación en estas casas fue muy gráfica: los libros habían sido rotos o quemados, los muebles destruidos, y muchos habían infligido heridas a personas inocentes, todo por una fábula de periódico sumada a la confusión y el temor de la gente. Este fue el primer atentado en la historia de la Argentina contra los judíos. El periódico anarquista La Protesta fue cerrado por la policía y fueron arrestadas las 40 personas que en él trabajaban. El número de detenidos era tan grande que tuvieron que abrirse los inutilizados recintos de la prisión en el Palacio de Justicia”.
“La huelga de los puertos se expandió a todas las embarcaciones de las líneas del Atlántico. Otra vez los rumores exageraban, diciendo que todos los servicios de ferrocarril se encontraban suspendidos, pero este era un informe falso ya que, en realidad, había pocos pasajeros, todos quienes pudieran hacerlo se quedaban en casa”.
“Para el 14 de enero los coches no se aventuraban fuera más tarde de las diez de la noche. Este día las ametralladoras se escucharon nuevamente en dirección de la estación de ferrocarril. Las emociones se enervaron y estuvieron tan incubadas por los residentes ingleses y americanos que la Cámara de Diputados aprobó una resolución el 15 de enero declarando la ley marcial. Esto, sin embargo, no fue aprobado por el Senado. Considerando que la demanda de la ley marcial provenía no de los argentinos sino de los americanos e ingleses, me alegraba que el Senado mostrara tal determinación. ¿Por qué deberían interferir estos poderes extranjeros?”.
“El año anterior había tenido lugar una huelga de siete semanas en los ferrocarriles erigidos con capital inglés. Los huelguistas demandaban pensiones de retiro y el Gobierno finalmente obligó a la gerencia a claudicar al aprobar una Ley de Pensión de Retiro para los empleados de los ferrocarriles. El servicio se restauró, pero incluso hoy es precario, pues nunca se sabe cuándo comenzará una huelga, ya que la política de los ferrocarriles ha sido despedir a los hombres poco tiempo antes de poder reclamar su pensión”.
“El 16 de enero aparecieron los primeros taxis, y el primer barco salió de Montevideo hacia Buenos Aires. En tanto la huelga continuaba, se transfirió a los pasajeros, en Montevideo, del transatlántico a los barcos fluviales pudiendo de esa manera arribar o partir”.
“Fue la primera noche que me animé a salir luego de que oscureciera. Me sentía aburrida de estar tan encerrada, exceptuando mi caminata diaria, que decidí aceptar la invitación a cenar en un restaurante cercano. Comparativamente, poca gente se había animado a salir aparte de nosotros, y todos los policías todavía portaban rifles cargados por la noche. Personalmente, como mujer, nunca me sentí tan segura como durante toda la huelga. Los hombres de verdad estaban demasiado ocupados y los cobardes se quedaban en casa. No se era importunado”.
“El final de la Huelga General, excepto la huelga del puerto, llegó el viernes 17 de enero, cuando el General Dellepiane llamó a una junta de representantes de la Federación del Trabajo y a los Anarquistas para discutir con ellos sus motivos de queja. El Presidente había dado su palabra a la Federación del Trabajo que se encargaría de que las compañías no se desquitaran con los huelguistas, quienes serían reincorporados en sus trabajos. Quinientos hombres arrestados ya habían sido puestos en libertad, ciento cincuenta más habrían de ser liberados durante el día, quedando alrededor de cuatrocientos todavía encarcelados a ser liberados al día siguiente. La huelga del puerto, no obstante, se mantuvo hasta el lunes 3 de febrero y se reinició nuevamente el martes 4 de febrero, como cierre patronal forzoso por parte de los navieros”.
Fue una experiencia maravillosa haber sobrevivido a la Gran Huelga, pero tal experiencia no tiene valor alguno a menos que se derriben los muros que nublan nuestra vista. Todo el tremendo cataclismo que el mundo ha atravesado en estos cinco últimos años no servirá para nada, y sólo engendrará uno mayor, a menos que haya reconciliado al mundo entero en una mayor comprensión a través de su sufrimiento. A través del sufrimiento, el mundo entero se emparenta. Y esta gran huelga de Buenos Aires no fue más que el círculo exterior del blanco de los movimientos que alcanzan a los países lejanos que radiaban de la bomba que había perforado a la civilización; expresión de una de las agitaciones periféricas de la calamidad del mundo.
Tenía que suceder. Bajo toda nuestra prosperidad y paz aparente, descansa una injusticia hacia la vida humana que tenía que hacerse conocer a todos. Como el Dr. Enrique Mouchet tan sucintamente nos expusiera en una conferencia: “Hace cien años la Revolución Francesa tuvo lugar porque el pueblo había caído en la cuenta de la injusticia de la entonces existente iniquidad política. Esta Revolución habría de instaurar la igualdad política en el mundo. Le llevó cien años evolucionar al pensamiento que había explotado en ese tiempo. Hoy la igualdad política existe prácticamente en todo el mundo, o al menos un trabajo más completo hacia ella. La Revolución Rusa es, a su vez, una explosión hoy para obligar al pueblo a tomar conciencia de la injusta distribución que impide la satisfacción de las necesidades primarias y fundamentales. No debemos impacientarnos si esto también lleva cien años, pues una revolución no cesa cuando se restaura el orden externo, es justamente entonces que la evolución comienza”. Mouchet hablaba a un grupo de trabajadores argentinos y lo que se me ocurrió en relación con lo que estaba diciendo era la idea de la bondad fundamental de las leyes de Dios. Un pensamiento nace –y crece hasta alcanzar a muchos– mediante el sufrimiento. Tomemos el pensamiento que hizo erupción en el tiempo de la Revolución Francesa, cien años atrás, para traer igualdad política al mundo. Para los hombres de entonces la igualdad política significaba un poder a ser atesorado, tal como los hombres acuñan el oro hoy en día. Era un terrible desgarro renunciar a un poco de este poder, y cuanto más uno tenía más duro era cederlo o compartirlo. Pero el tiempo hace maravillas y actualmente la persona promedio estaría sorprendida, si se detuviera a mirar atrás, al darse cuenta que compartir el poder político significaba entonces un desgarro tan grande como lo significa la demanda que se hace en el presente por compartir el oro. A la gente de hoy en día le parece simplemente natural que cada hombre y mujer pueda disponer de igualdad política. Cada uno de nosotros sabe que la mayoría no insistirá en ser Presidente de los Estados Unidos, empero, ese era el temor cien años atrás. Se temía que al compartirse la igualdad política se pudiera desembocar en un caos donde todos querrían convertirse en presidente. Y es el mismo temor en la revolución económica que estamos enfrentando hoy. Porque hay miles que sienten el derecho de satisfacer algo de sus deseos espirituales así como de sus necesidades básicas; de tener un poco de tiempo libre al cual llamar suyo y hacer de éste lo que se les antoje, para sí mismos solamente, en vez de ser constantemente esclavos del tiempo, simplemente a los fines de la sustentación y existencia; las personas que cuentan con un tiempo de ocio, una cantidad de medios con los que saciar sus necesidades espirituales, han inmediatamente concluido en que todo el mundo quiere ser millonario, un Pierpont Morgan o un Rothschild . Pero la gente, en general, no reclama ser un Rothschild o un Morgan más de lo que reclama ser presidente de los Estados Unidos. La riqueza implica una pesada responsabilidad a todos quienes desobedecen su ley. Puede tardar una generación, pueden ser dos o tres, pero la ley divina no puede romperse sin sufrir el castigo. Esa es la diferencia fundamental entre las leyes concebidas por el hombre y las leyes de Dios. Mediante el esfuerzo, político o social, las leyes del hombre pueden evadirse, pero ninguna ley divina podrá evadirse jamás, debe ser enfrentada. Y si se hace el intento de evadir la evolución natural de las leyes divinas, el miedo será una de las grandes retribuciones que el quebrantamiento de tales leyes conlleve. El miedo, de una u otra manera la raíz de todo mal; y el miedo entra en la casa del pobre tanto como en la casa del rico, en la del rico tanto como en la del pobre.”
Traducción de Marie Longobardi, Revista Sociedad número 24, invierno de 2005.
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Uruguay: Pepe y Lucía en el banquillo. Repudio general a sus dichos.
Un manto sombrío cayó sobre la legendaria pareja de ex guerrilleros uruguayos que se convirtieron en emblema de austeridad y honestidad en el mundo. Viejos fantasmas salieron a la luz ¿Hubo pactos y traiciones o simplemente políticas equívocas?
Causaron estupor, bronca y dolor, las recientes declaraciones de Lucía Topolansky, compañera de Pepe Mujica, quien en una entrevista realizada por el periodista Pablo Cohen, para su libro “Los Indomables“, puso en duda la veracidad de las declaraciones de algunos testigos en los juicios de Lesa Humanidad contra los militares responsables de asesinatos, secuestros y torturas durante la última dictadura uruguaya.
Sin dar nombres, deslizó una genérica afirmación: “La gente miente en las declaraciones”. En la extensa charla que tuvo la pareja con el autor del libro que intenta retratar la vida de Pepe Mujica y Lucía Topolansky, la ex senadora afirmó que a un ‘compañero’ le dijeron “Mentí, decí esto y aquello, y metemos preso a fulano” y agregó: “Los que querían que mintieras, te pedían esas cosas. Pero no podés, porque vos no sos como ellos. Nosotros sabemos quiénes son los que mintieron dentro de la izquierda pero no lo vamos a decir porque no somos traidores ni botones”. Mentir en un juicio es un delito, denunciarlo no es traición, la traición es no dar nombres y dejar que la acusación manche el honor de todos los testigos que se animaron a presentarse a un tribunal y señalar a los responsables de actor aberrantes cometidos por el Estado en un contexto de dictadura militar. Su compañero de toda la vida, el ex tupamaro y ex presidente Pepe Mujica salió de inmediato a avalar los dichos de su mujer: “De esas cosas, nos consta; sí. No voy a decir que fuera generalizado, pero había gente que salió con mucho rencor y encontraba que era justo eso, por las que pasó. No todos, pero sé que hubo casos”. sostuvo.
Como era de imaginar, son muchos los militares que a partir de estas revelaciones periodísticas están solicitando la revisión de las causas. Los dichos de Topolansky fueron apoyados por el ex militar, actual senador y líder de Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, quien en su cuenta de twitter comentó: “¿Alguien duda que en el tema del ‘pasado reciente’ la justicia dejó de ser tal para transformarse en venganza? Jueces y fiscales prevaricadores y testigos falsos solo son parte del circo bochornoso”. Condenó la hipocresía de quienes se muestran sorprendidos y festejó la ‘sinceridad’ de la ex tupamara.
La sociedad toda se pregunta porqué razón de la pareja política más influyente en la izquierda del país oriental eligió este momento para atacar de manera tan hartera a los movimientos de derechos humanos. Muchos hablan de algún pacto con Cabildo Abierto para otorgarle prision domiciliaria a los genocidad condenados. Otros apuntan a internas de FA, en especial con el partido comunista, con quienes siempre tuvieron distinta postura con relación a los juicios. No falta quien advierta sobre una posible senilidad tanto física como política del los viejos dirigentes.
La sospecha de pactos a puertas cerradas entre el MLN/Tupamaros y los sectores de inteligencia militar es algo que viene desde hace años. En 1998, El Observador publicó un intento fallido de acuerdo entre el MLN con los militares. Según el matutino se desarrollaron varias de las reuniones entre ambos grupos en la chacra del presidente José Mujica. Por ese entonces, el Tambero Zabalza, ex militante del MLN y crítico a la conducción nacional actual, confirmó la existencia de este diálogo y el presunto pacto. “Es un tema de vieja data. Provocó mi alejamiento del MLN, lo cual no quiere decir que yo haya dejado de ser tupamaro. Estas conversaciones comenzaron tras la muerte de Raúl Sendic, luego que triunfó el voto amarillo. Forman parte de una discusión muy grande dentro del MLN. Si Sendic estuviera vivo no se habría llegado a ningún tipo de acuerdo espurio, como se intentó hacer”, afirmaba Zabalza y continuaba: “Una de las razones por la cual nos oponíamos a estas conversaciones era que veíamos que era un operativo de inteligencia. Son oficiales de Inteligencia que usan su información para hacer política. Ellos manipulan a quienes están en contacto, los graban, los hacen firmar documentos y luego lo usan cuando consideran necesario, para desprestigiar Yo me fui fundamentalmente porque no estaba de acuerdo en enterrar la memoria de nuestros compañeros y declararlos muertos en combate cuando no era cierto, y empezar a hacer un nuevo futuro basado en acuerdos espurios, firmados entre gallos y medianoches. La gente debe saber qué es lo que está en juego. ¿Cuánta gente votó a Mujica y Huidobro, y que si hubiera sabido del acuerdo no los habría votado? Yo hablo de esto hace tiempo, y siempre dicen que estoy loco, esa es la locura que yo he tenido: oponerme a hacer acuerdos a espaldas de la gente, de la militancia. Acuerdos firmados quizás en calabozos”, concluyó Zabalza quien ya no está entre nosotros pero nunca modificó su postura a pesar de los agravios recibidos por sus ex compañeros.
La prestigiosa periodista de investigación uruguaya y colaboradora de La Columna Vertebral, María Urruzola, quien fue exiliada en dictadura, funcionaria de Tabaré Vázquez, y autora, entre otros, de un polémico libro que la puso en el ojo de la tormenta, “Eleuterio Fernández Huidobro. Sin remordimientos“, en el que revelaba la sinuosa política de la dirigencia tupamara en los años 90, publica hoy en su facebook: “Uruguay fue el país que más presos políticos tuvo en América Latina. Se calcula que más de 5.000. Hay que ser Dios para decir “nosotros sabemos quién de la izquierda mintió”. O tienen que haber trabajado con los militares, en sus oficinas, teniendo acceso a los destinos de cada militar, para saber si alguien no estaba donde 15 años después dijo un preso que estaba…O…”
Las confesiones de Topolanky en este libro, parecen dan crédito a tantas sospechas acumuladas. Quizás, como bien dice la compañera del Pepe en la misma entrevista, cuando se superan los 81 años existe cierta impunidad para decir cosas que antes callaban.
El repudio de funcionarios de justicia, militantes de derechos humanos, el Pit-CNT y el propio Frente Amplio que tienen a la pareja ex tupamara como máxima referencia política, quiene fueron los que avalaron la elección de Orsi como candidato presidencial, no se hizo esperar.
Un baldazo de agua fría contra las organizaciones que llevan décadas luchando por la verdad y la justicia. El fiscal especializado en delitos de lesa humanidad, Ricardo Perciballe, quien participó en muchos de los juicios cuestionó sus dichos: “No sé en qué se basó para decir eso; si tiene los elementos, que haga la denuncia”. Para evitar suspicacias, este viernes, el fiscal citó a declarar a la senadora Topolansky para que confirme ante la justicia lo dicho a la prensa. Estará bajo juramento y le caben las generales de la ley, decir la verdad y nada más que la verdad. No obstruir la justicia es algo básico para una legisladora.
La Asociación de Madres y Familiares de Uruguayos detenidos desaparecidos emitió un comunicado en el cual expresa su “máximo repudio ante este tipo de afirmaciones, que ponen en tela de juicio un proceso de muchos años de búsqueda y construcción de justicia”. Repudia que semejante manto de sospecha venga de parte de una senadora electa que cuestiona el accionar de uno de los poderes del Estado”, y resalta la valentía que tuvieron “las víctimas de tortura, de abusos sexuales y tratos inhumanos” para “denunciar y decir su verdad ante la justicia”, lo que ha llevado a que “más de un centenar de represores tuviesen una sentencia”. Insiste en que ‘por el rol que reviste y en su calidad de funcionaria pública”, Topolansky denuncie el caso ante la justicia lo que afirmó ligeramente en una entrevista. “Bueno sería retractarse o, de no ser así, quizá sea mejor llamarse a silencio”, sentencia el comunicado. “Cabe preguntarnos, ¿a quién favorecen estas declaraciones? ¿Cuál es su objetivo? ¿Acaso sirve cuestionar la credibilidad de las víctimas en favor de quienes torturaron, asesinaron, secuestraron niños y desaparecieron a nuestros familiares?”, concluyó la organización de DDHH.
El Frente Amplio reafirmó su compromiso “inquebrantable” con la defensa de los derechos humanos y su “condena absoluta” a los crímenes de lesa humanidad. “El trabajo de Madres y Familiares representa una causa colectiva que nos interpela como país y que exige el compromiso de todos los sectores políticos y sociales”, afirmó y reiteró su ” confianza en los procesos de la Justicia en materia de derechos humanos, particularmente el trabajo de la Fiscalía especializada”. El propio Yamandú Orsi, flamante presidente electo uruguayo, gracias al acompañamiento de Pepe Mujica, se desmarcó de su líder y en rueda de prensa opinó sobre el debate del momento: “Acá se violaron los derechos humanos, acá hay mucha gente que está desaparecida. Acá se atropellaron los derechos humanos de manera cruel e inaceptable. La Justicia es parte de un poder del Estado y yo no soy quién para analizar ni dudar de lo que los jueces determinan. Para ser más concreto, si alguien tiene duda o tiene indicios de que no se procedió de manera concreta, se hace cargo de lo que dice…”
El Pit-CNT, que ya había sufrido este año el desplante de Pepe Mujica, quién militó en contradel plebiscito propuesto por la central obrera para lograr una jubilación digna con rango constitucional, también se expresaron con dureza contra las declaraciones de Lucía Topolansky en un comunicado firmado por su Secretariado General que reproducimos a continuación:
- El movimiento sindical uruguayo, sus hombres y mujeres, han dejado su sangre y su vida en defensa de la democracia, enfrentando desde el primer momento a la dictadura cívico militar con el desarrollo de una huelga general.
- Esta acción tuvo consecuencias brutales hacia nuestros integrantes, así como para militantes políticos y sociales; sufriendo secuestros, desapariciones, torturas y asesinatos; prisión y exilio para muchos ciudadanos y ciudadanas.
- Esta es una realidad tangible e innegable de nuestra historia reciente, reconocida por los propios protagonistas, de un lado y del otro; constatada por organismos internacionales de defensa de los derechos humanos. La brutalidad, la saña, la violación a los derechos humanos es un hecho objetivo incontrastable que tuvo como protagonista al personal militar, mandos medios y superiores; así como a civiles al servicio de las Fuerzas Conjuntas.
- Al día de hoy, porfiadamente, la tierra sigue hablando cada tanto, poniéndole rostro a un compañero o compañera, pero también denunciando la aberración inhumana y cobarde de su muerte.
- Esto no es revisionismo, no es una falsedad; es la realidad de lo ocurrido en este país en su pasado reciente; realidad que condenamos, a la que no queremos volver nunca más y la cual enfrentamos al día de hoy reclamando verdad y justicia.
- Teniendo en cuenta todas estas consideraciones es que no entendemos, no comprendemos el sentido de estas declaraciones y exhortamos a que se denuncie si es que se tiene algún elemento que haya tergiversado el debido proceso de los torturadores y asesinos, debido proceso que no tuvieron nuestros compañeros y compañeras caídas.
- Tender un manto de duda sin enfrentar las responsabilidades de nuestros dichos socava nuestra solidez republicana y debilita nuestro sistema democrático, tan caro para nosotros los trabajadores y trabajadoras de este país.
Archivo
ARCHIVO/La corrupción sigue estando de moda, por Oscar Taffetani
Esta semana, el maestro Oscar Taffetani comparte una nota de su archivo personal escrita el 16 de mayo de 1993 –hace 31 años-. Eran los noventa, tiempos de “menemato” cuando estallaba el boom de los escándalos de corrupción. Nunca, hasta ese momento, se habían visto tantos funcionarios procesados por malversación de fondos, coimas, contrabando, venta ilegal de armas o enriquecimiento ilícito. La lista es larga. Algunos han pasado rápidamente al olvido, como el ex concejal justicialista José Manuel Pico condenado por la justicia porteña a cinco de años de prisión y diez años de inhabilitación para ocupar cargos públicos, por el delito de enriquecimiento ilícito. “Me quieren convertir en un monstruo”, se lamentaba, conciente de que él no hacía nada diferente a lo que hacían todos. Fue el primer político de cierta relevancia condenado por corrupción a quince días de las elecciones presidenciales.
Con mejor o peor suerte, tuvieron que sentarse en el banquillo de los acusados altos funcionarios, entre otros: Carlos Grosso; María Julia Alsogaray; Víctor Alderete; José Luis Manzano, Antonio Erman González; Carlos Corach; Amira y Emir Yoma; Ángel Eduardo Maza; Domingo Cavallo; Gostanian y el propio presidente Carlos Menem quien fue condenado por peculado, contrabando de armas y sobresueldos, pero gracias a los fueros nunca debió cumplir su pena. En 1994, el presidente del Banco Nación, junto a ex directores y cinco empresarios fueron procesado por el supuesto pago de 21 millones de coimas a IBM por la renovación de su sistema informático. El hermano y secretario de uno de los imputados, Marcelo Cattáneo, apareció suicidado. Las muertes dudosas de personajes vinculados al gobierno iban en aumento.
Distintos negociados fueron tapa de diarios y revistas. Los libros de investigación eran Best Sellers (Robo para la Corona, de Horacio Verbitsky; El Otro, de Hernán López Echagüe; El Jefe, de Gabriela Cerruti; o Pizza con Champagne de Silvina Walger, se vendían por cientos de miles). Con buen tino, Oscar Taffetani titulaba una nota publicada en la revista Nueva: “La corrupción está de moda”. Una moda que llegó para quedarse.
¿Cuáles son las razones y la solución de semejante descalabro? O.T. recorre los principales hechos de corrupción en Argentina y el mundo. ¿Cómo salir de esta telaraña? Un debate más vigente que nunca.
Corrupción está de moda
Un fantasma viscoso recorre el planeta. Los diarios lo llaman corrupción. Los políticos y los periodistas lo llaman corrupción. La gente lo llama corrupción. ¿De qué se trata?
El barón de Montesquieu escribió en alguno de los treintaiún volúmenes que componen Del espíritu de las leyes (1748), que “el principio de democracia se corrompe cuando una nación pierde el espíritu de igualdad y lo interpreta arbitrariamente”.
Según el ilustre barón (a quien solemos citar de oído), una neta separación entre los poderes del Estado produce la mutua limitación que salvaguarda las libertades.
Claro que el sistema que Montesquieu tomaba por modelo de democracia era el inglés, donde el Poder Ejecutivo reposaba en el Príncipe (consorte o sinsorte), el Legislativo en la Cámara de los Lores (reclutados en la nobleza) y el Judicial en esas convulsionadas cortes provincianas que supieron describir Shakespeare y Marlowe.
En cuanto a los “países cálidos” (así llamaba a las colonias africanas, asiáticas y americanas), el tratadista observaba que “están más dispuestos que los fríos a la servidumbre”… Hasta allí Montesquieu.
Montes… ¿quién?
En América latina, lo mismo que en los jóvenes países africanos y asiáticos, la democracia política padece aún hoy el vicio del caudillismo. Los tres poderes suelen estar sujetos a la voluntad de uno solo: el Ejecutivo.
Cuando se habla de corrupción, entonces, por lo general, se habla de un juez o un legislador sobornado, de un amigo o un pariente del “Número 1” que se acomoda en un puesto público, que resulta beneficiario de una dudosa licitación o que impunemente viola las leyes al amparo de su protector.
De esta clase de corrupción sabemos mucho en América latina. La historia del continente –sin necesidad de hacer revisionismo– está plagada de caudillos, militares y civiles, que convirtieron su antojo en ley severa, que se enriquecieron en la función pública, que entraron al gobierno por la puerta grande, “para acabar con la corrupción” y salieron por la puerta de servicio, entre gallos y medianoche, con los bolsillos llenos.
En los países anglosajones (algo de razón tenía Montesquieu) la vigilancia civil sobre los poderes es mayor. Los ciudadanos que sangrientamente conquistaron sus derechos poniendo fin, o por lo menos un límite, a la monarquía, saben defenderlos mejor.
No están libres del azote de la corrupción (que prefieren llamar inmoralidad), pero tienen aceitados los mecanismos democráticos para combatirla.
El affaire Watergate en los Estados Unidos (espionaje republicano en la sede del Partido Demócrata) le costó la presidencia a Richard Nixon. El affaire Irán-contras (llamado por la prensa Irangate) llevó a un juicio público a altos jefes militares y determinó el cambio de política hacia Centroamérica.
Curiosamente, los hechos inmorales de más gravitación en la política norteamericana fueron descubiertos por la prensa. Dos periodistas del Washington Post, amparándose en la Quinta Enmienda de su Constitución, desataron el escándalo que acabó con Nixon.
El cuarto poder entra en escena
¿Son posibles los Watergates en América latina? Ardua pregunta. La regla –salvo raras excepciones– es que todo concluye con la denuncia. Los efectos jurídicos no van más allá de la renuncia al cargo por parte del funcionarios involucrado o de un “fusible” de éste.
No obstante, debe reconocerse que haber hecho públicos los ilícitos y haber conseguido la renuncia o alejamiento de funcionarios corruptos, no es poco mérito, habida cuenta de la ostensible lentitud del Poder Legislativo y la mora del Poder Judicial para intervenir en esas cuestiones.
Otra pregunta que puede escucharse en la calle es: ¿Hay más corrupción ahora que antes? ¿O es que ahora se sabe más?
Las respuestas invariablemente estarán teñidas de un color político. A pesar de ello, habrá coincidencia general en observar que, gracias a la existencia de una prensa independiente y diversa, hoy puede saberse más de lo que pasa “en palacio”. La ciudadanía dispone de un instrumento tan poderoso como aquéllos –devaluados– que le brindó la bicentenaria Revolución Francesa.
No todas son rosas en la Galaxia Gutenberg, por supuesto: un medio de prensa puede ser sobornado, como puede serlo un policía, un juez, un legislador. Pero corre también el riesgo de quedar en evidencia y sufrir un terrible castigo: que los lectores dejen de comprarlo.
En ocasiones, los diarios, radios o canales televisivos son instrumento de una singular batalla. Es cuando los acusados de corrupción se defienden denunciando algún fraude o ilícito cometido por sus acusadores.
La batalla –aquí reaparece Montesquieu– no es mala en sí misma, puesto que ayuda a que se conozca toda la verdad. El libre juego de los poderes, incluido el Cuarto, es el mejor certificado de buena salud del orden democrático.
Mal olor en el planeta
Una mirada a la política internacional, poco antes del fin de siglo, podría acabar con las más recónditas esperanzas de justicia. En todas partes se cuecen habas. En todas partes había –o hay– corrupción política.
EN EL PRIMER MUNDO
No hace tanto desde que se conocieron las coimas que pagó la Lockheed Aircraft para colocar sus aviones en países “intachables” como Suecia, Francia, la ex República Federal de Alemania y el Japón. Desde el Príncipe Bernardo de Holanda (quien provocó la abdicación de la reina Juliana) hasta el primer ministro japonés Kakuel Tanaka (quien prefirió que el harakiri se lo hicieran algunos ofuscados kamikazes), todos recibieron su sobre o su giro reservado a un banco suizo.
Recientemente –para no abundar en ejemplos– estallaron escándalos en Inglaterra (por comisiones de los ministros en la privatización de servicios); Francia –por “donaciones” y blanqueo de dinero negro a través de partidos de centro-derecha y centro-izquierda–; España (por comisiones en las obras de Expo-Sevilla, finanzas negras y sobornos en el PSOE); Italia –por relaciones de los principales dirigentes políticos y del gobierno con la mafia– y hasta en el lejano, insospechable y poderoso Imperio del Sol Naciente (por declaraciones del político sobornador Shin Kanemaru, quien destapó una olla que no contenía precisamente arroz).
EN EL EX-SEGUNDO MUNDO
El advenimiento de la era Gorbachov puso al descubierto las prebendas y turbios manjeos de los dirigentes soviéticos de la era Brezhnev. No terminó allí la danza: los dirigentes del ex PCUS vaciaron las empresas estatales y fugaron divisas hacia los bancos suizos poco antes de la caída de Gorbachov y el ascenso de Yeltsin.
Uno de los países que aún se declara regido por los principios del socialismo, Cuba, conjuró hace tres años un escándalo por narcotráfico que amenazó acabar con el gobierno de Fidel y Raúl Castro. El chivo emisario fue el fusilado general Ochoa, Nº 3 de la nomenclatura cubana.
EN EL TERCER MUNDO
En la Argentina, el reelecto presidente Carlos Menem ostenta el récord de tener la mayor cantidad de funcionarios procesados en la historia de su país y la región.
La caída de Ferdinando Marcos, en las Filipinas, ocurrida hace unos años, puso al descubierto el enorme grado de corrupción que puede generar un gobierno cuando aspira a perpetuarse.
El affaire Collor, en Brasil, fue un caso reciente de corrupción política (enriquecimiento ilícito) con desenlace ejemplar: el juicio político y destitución del Presidente por el Parlamento.
EN LAS NACIONES UNIDAS
El jefe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de origen japonés, fue acusado de comprar su reelección. La denuncia extiende las sospechas a casos anteriores (como el del ex SS Kurt Waldheim).
EN LAS ORGANIZACIONES ECOLOGISTAS
Generation Ecologie, un partido verde francés cuyo dirigente Brice Lalonde fue designado ministro de Medio Ambiente, aceptó importantes contribuciones financieras de empresas a las que decía combatir (como la Sandoz suiza, principal contaminadora del Rhin).
Mal de muchos ¿consuelo de tontos?
Martin Woollacott, del periódico londinense The Guardian, se refirió en un artículo a las distintas formas de corrupción política existentes en el mundo. Desde lo que en Francia llaman “tremper le pain dans le sauce” (mojar el pan en la salsa) hasta lo que los japoneses llaman sin pudor “política del dinero”, pasando por la Tangente italiana, todopoderosa antes de la llegada de los mani pulite. Al hablar Woollacott del mundo anglosajón, desliza irónico: “…tenemos formas menos obvias de corrupción, además de la justa cuota de soborno y de coima…”
He allí una de las probables causas del gran destape de fin de siglo: lo que los Estados y el mismo sistema mundial no toleran no es la corrupción habitual (el “punto” o “punto y medio” de comisión que lubrica el comercio internacional). Lo que el sistema mundial no tolera –porque vuelve imprevisible el futuro de la humanidad– es el exceso de corrupción, esa masa viscosa que entorpece el desarrollo de la economía y las relaciones internacionales.
Desde un punto de vista pragmático, entonces, –dejando el idealismo para mejor momento–, de lo que se trata es de llevar los niveles de corrupción administrativa y política al mínimo posible.
¿Quién puede hacerlo?
Allí regresamos a Montesquieu, aquel pensador francés que fue bautizado en brazos de un pordiosero (porque sus padres querían que aprendiera de niño que todos los hombres son iguales ante Dios). Regresamos a Montesquieu y hallamos que la mejor manera de combatir la corrupción, en casa y en el mundo, es garantizar la independencia de los tres poderes (incluido el cuarto) y luchar por un ejercicio moral de la política.
Destacada
La otra Rosario: Comunidad, apoyo y memoria. Entrevista a Lucas Vilca
“En los momentos de crisis es cuando también aparece la memoria”, nos dice Lucas Vilca, quien nunca olvidará ese 19 de diciembre de 2001 cuando asesinaron a un amigo, compañero, referente: Pocho Lepratti, seminarista, trabajador estatal, socialista, asesinado por la policía cuando trabajaba en un comedor comunitario. “Bajen las armas, no ven que hay pibes comiendo”, gritó y una bala le cerró la garganta. Una memoria que quedó grabada a fuego en aquellos ‘pibes del Pocho’, del barrio de Ludueña. En el 2019, Lucas, junto a otros compañeros, que habían aprendido su oficio en una escuela de formación, comenzaron a trabajar en un emprendimiento de herrería. Cada vez más vecinos se acercan a una experiencia que excede lo laboral para convertirse en una iniciativa comunitaria. Para conocer la otra Rosario, la de la resistencia, la esperanza y la comunidad, la que no te muestran, charlamos con Lucas Vilca. Para escuchar y aprender.
LCV: Contanos un poco de qué se trata este trabajo que vos hacés. ¿Es un emprendimiento? ¿Es con el Estado? ¿Cómo es?
—Este es un centro de formación profesional de los salesianos, de una congregación católica. Es la misma escuela donde enseñaba Pocho Lepratti, que fundó el padre Edgardo Montaldo acá en Rosario. Un cura que hizo opción por los pobres y que refundó el barrio, digamos, para todos estos otros vecinos que por ahí no teníamos espacio en la ciudad. En el ‘68 llegó el padre Edgardo y se fue desarrollando el barrio al costado del ferrocarril. Eran terrenos fiscales. Ahí está la escuela, y hace 30 años fundaron un centro de formación profesional donde hay cursos de herrería, soldadura, carpintería, artesanías y electricidad. También hay una escuela de alfabetización para adultos.
Yo soy el profesor de herrería y soldadura. Como en varias etapas del país, hay algo de la sabiduría popular que hace que cuando la cosa se complica, se opte por la escuela, por un taller, por un oficio, por formarse en algo. Cuando la cosa está un poquito mejor, uno se relaja y puede también disfrutar con su familia. Es difícil venir a la escuela. Nosotros somos un horario nocturno. Acá se ingresa a las 18:40 hasta las 21:30 casi 22. Es difícil dejar a la familia, trabajar todo el día si tenés trabajo y después venir acá. Pero hay algo de eso, de la red de contención que hay en el barrio, de tantos años de organización comunitaria, que hace que en los momentos más complicados se elijan estos espacios.
LCV: Uno tiende a pensar que en los momentos estos así terribles, la gente se deprime y baja los brazos. Y vos me decís que en los momentos en que estamos pasando, que son tan malos, tan terribles, queremos generar herramientas para salir. Y no solamente en lo laboral, sino el hecho de estar juntos, generar redes. ¿No? Redes de personas, de entendimiento humano.
—Sí. De hecho, creo que este año el curso de soldadura que acaban de certificar los estudiantes que tuvimos este año, que fueron los últimos cuatro meses del año, creo que lo que hizo que se transite de una manera amorosa y que sea más fácil para todos fue la grupalidad. Esto de estamos en la misma situación, estamos casi todos sin trabajo. El que tiene trabajo no quiere trabajar más de esto porque no le alcanza para comer. Había distintas generaciones. El más chico tenía 18 y la más grande, Aurora, tenía 70. Había gente que había trabajado toda su vida; había otros que no tenían trabajo. Hay algunos pibes que vienen de generaciones donde sus padres tampoco trabajaron. Entonces se complica la cosa. ¿Qué es lo que pasó? El grupo alojó todo eso, hizo que el mensaje, en este caso de soldadura y herrería, llegue más fácil porque había un grupo que lo estaba esperando. Entre ellos se mandaban mensajes. Para mí también fue mucho más fácil.
LCV: Se alentaban unos con otros.
—Está buenísimo que pase eso. Esto de la sabiduría popular es que también hay una memoria. Nosotros ya vivimos otras crisis: vivimos una pandemia hace poquito, el 2008, el 2001. El 2001 fue un poco más dolorosa porque asesinaron a un compañero nuestro, un referente. Entonces, esa memoria aparece, y lo que creo yo es que aparece en los momentos más difíciles, que es cuando hay que vivir la vida en común. Esa es la comunidad. La comunidad está para eso, la referencia de la comunidad sale en esos momentos.
LCV: En las buenas somos todos amigos, viste.
—Está bueno también, en las buenas, relajarse un toque. Porque si no parece una vida de sacrificio solamente, que solamente tenemos que comer en las ollas populares o tener trabajos precarios. Está bueno tener un buen trabajo, está bueno formarnos.
LCV: ¿Me acabas de decir que tenés una alumna de 70 años?
—Aurora. Tremenda. Una doña que trabajó toda su vida como costurera, trabajó en una empresa haciendo radios y tenía ganas, a los 70 años, de aprender soldadura y vino. Tiene un ánimo bárbaro. Levantó también a todos los demás estudiantes. Y aparte, es un personaje, viste. También con Aurora la concentración era mucho más fácil, porque también eso, ¿viste? A veces, entre otras generaciones, los pibes hacen bromas, que esto, que lo otro. Y acá, en este sentido, Aurora garantizaba una concentración que está buena. A mí me sirvió un montón.
LCV: ¿La salida laboral es formar cooperativas, formar equipos, integrarse a dónde? ¿Como ven la aplicación efectiva de lo aprendido?
—Nosotros tenemos innegociables en la escuela. No es que, cueste lo que cueste, queremos formar pibes para que después laburen en la bacha. No. Queremos formar pibes para que se puedan desarrollar en esto. Si se puede hacer en cooperativa, muchísimo mejor. Si se puede hacer de manera autónoma, muchísimo mejor. El tema es en qué condiciones estamos hoy en el país, está recontra difícil todo. Entonces, por lo menos decís: “Bueno, yo certifico, tengo un título que me certifica que soy soldador, carpintero, electricista, artesano, lo que sea”. Eso te da una herramienta más para poder salir adelante. Lo que sí también está, porque a veces esto de la vida en común, a veces se juntan, nos juntamos y tenemos experiencia de cooperativa, tenemos experiencia de trabajo colectivo. La verdad que para eso también está re difícil, no hay un mango, no hay herramientas, se empieza muy de cero también, viste. Estamos muy para atrás. Por eso bueno, si salimos al mercado laboral, salimos por lo menos con un certificado que certifica que nosotros somos soldadores y ahí tenemos herramientas para defendernos, defender lo que sabemos y en el conocimiento. Si nos vamos a formar vamos a maximizar el aprendizaje porque hay otros que están mejor parados que nosotros en el mercado laboral, que ya tienen experiencia ¿Cómo hace uno de 18 años sin experiencia sin formación? Entonces bueno, parémonos acá, parémonos en la certificación: yo soy soldador y lo que no se negocia ahí es la actitud. Si yo soy soldador y soy el mejor soldador y voy, tengo que convencer al taller, a la empresa que requiere un soldador que yo soy el indicado. Para todo eso tienen que estar bien. Eso lo que también laburamos mucho con la escuela, esa parte actitudinal. Eso no se negocia y vamos, nos paramos ahí y vemos cómo nos defendemos. El mercado de la construcción donde nosotros nos metemos es re hostil. Nos peleamos entre los propios compañeros, el jefe del taller, el jefe de la empresa siempre va a hacerte competir de manera desleal con el otro, que el otro a veces puede ser tu hermano, tu primo, tu vecino.
LCV: ¿En qué sentido competir?
—A veces te bajan el precio de la hora que te pagan porque te dicen hay personas que laburan por tanto menos, y vos que recién ingresas no vas a poder cobrar más que eso. Empiezan a entrar esa competencia que pueden terminar laburando por dos mangos cuando tenés una certificación, cuando aparte necesitás laburo en un momento del país que está re difícil. Eso me parece recontra desleal y después una vez que ingresás al laburo hay mucha competencia interna adentro.
LCV: ¿A ustedes cómo les pagan? ¿Te pagan con monotributo? ¿Es relación de dependencia?
—Los pibes salen al mercado laboral y depende de lo que se arme, depende del momento que esté. Podés trabajar en relación de dependencia, podés trabajar de manera autónoma facturando o no facturando, con tributo o no. Poder laburar para el Estado, cooperativa, depende. Pero lo que se está dando más en este momento, porque yo sé que han caído mucho las changas, por ejemplo hay arquitectos que están haciendo laburo de herrería. Imaginate cómo bajó todo. Entonces el que está arrancando soldador o el que está soldando haciendo changuita tiene mucha competencia, y que también ahí desleal porque si un arquitecto que está, que labura de soldador, de herrero, ahí ya te quita esa oportunidad. Ahí donde está complicado. No hay laburo ni en changa, no hay laburo en el Estado, ni en las empresas. Depende del rubro, hay laburo y hay otras que no. Acá en Rosario el el rubro de la construcción se laburó un montón los últimos 15 años y ahora está parado todo. También tenemos mucha mano de obra de albañil que saben también hacer soldadura o herrería, entonces ni te llaman, pero está todo bastante parado, está complejo.
LCV: El país está complejo, pero queríamos nosotros traer otra Rosario. No solamente la Rosario de los narcos, la Rosario de los monos, la Rosario de la droga y demás. Porque además, supongo que esta escuela taller que ustedes tienen también debe hacer bastante por sacar a los pibes de ese tipo de comercio.
—Sí, acá mismo la escuela pegado a la escuela se mueve todo eso, pero hay como un respeto todavía. Hasta dónde sí, hasta dónde no. Nosotros laburamos con la misma población entonces hay que ser respetuosos en ese sentido, decir nosotros estamos acá, este grupo está en esto. Nos cruzamos y a veces se dialoga y a veces no. A veces hay momentos en que la cosa se pone violenta de verdad, pero muchas de las cosas que los medios nacionales dijeron no pasaban tampoco así como dicen que pasa. Pero sí, laburamos con la población. Pero también es eso, no tenés nada, no tenés laburo, la escuela se te cierra, se te cierran los espacios comunitarios que fue lo que pasó en pandemia. En pandemia se desarrolló algo más heavy acá en el barrio pero estaban todos los espacios comunitarios cerrados, en algún lado tenía que estar esa gente, no había contención.