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El Observador observado
“Son las 10.30. Suena el teléfono. Del otro lado Andrés dice: voy para ahí. ¿Ahí dónde, Andrés? Guatemala 1221. Yo que siempre fui cabulero, ya me interesó. ¿Qué pasa ahí? Están desarmando el diario, dice Andrés, agitado, y se llevan todo a la basura. ¿Qué diario es, Andrés? El Observador.(…)” Así comienza una nota de La Diaria de Montevideo, titulada: “El desguace de un oficio: crónica del rescate del archivo gráfico de El Observador”, uno de los principales periódicos uruguayos. “La vieja guardia del fotoperiodismo nacional se agacha sobre una maraña de papeles, biblioratos, negativos, fotos impresas y papeles que uno intuye son los viejos faxes de agencias internacionales de prensa.”, continúa el relato del testigo privilegiado quien puede ver cómo colegas y una mujer con guantes y delantal, posiblemente archivista, revisan, catalogan, separan, y ponen todo en bolsas de residuos. Un reflejo automático de los reporteros: tantos años de trabajo no pueden ir a parar a la basura.
La escena es desoladora ¿quién puede tener tanta insensibilidad?
Dos argentinos son protagonistas de este desguace: Gerardo Werthein y Gabriel Hochbaum. Werthein es uno de los empresarios más acaudalados de Argentina, según Forbes Argentina, forma parte de uno de los conglomerados empresariales más grandes del país, con 2.300 millones de dólares. Mientras a Gabriel Hochbaum se lo conoce por su trabajo para el grupo Vila-Manzano.
La trama de lo que está ocurriendo con El Observador genera tanta curiosidad como sospecha. Dos años atrás, un comunicado publicado por el mismo diario informaba su venta de esta forma: “Con fecha 5 de mayo de 2022, un grupo de inversores encabezado por Gerardo Werthein y Gabriel Hochbaum adquirió el control accionario del grupo periodístico uruguayo El Observador. Como resultado de este cambio en el control, Pablo Tarantino asumirá la presidencia del grupo. En esta nueva etapa, El Observador seguirá gozando de la experiencia de Ricardo Peirano, en su nueva función de director periodístico, y del talento, honestidad y profesionalismo del actual staff periodístico.”
Ricardo Peirano fue el fundador de El Observador en 1991. Hasta ese momento dos diarios llevaban la delantera en Uruguay: El País, identificado con la derecha Blanca y Colorada; y La República, con un matiz más próximo al Frente Amplio. Peirano soñaba con un diario independiente a pesar de su autoproclamada pertenencia como numerario del Opus Dei (según explicó en una reciente entrevista al portal Montevideo.com, ser numerario significa comprometerse a tal punto que renuncia a casarse y tener hijos). Decía Peirano que su política era dar libertad de información, y que su opinión la daría solo en los editoriales. Fue pionero en comprender la evolución digital y desde hace varios años El Observador dejó de salir en papel y se convirtió en un portal por suscripción.
A pesar de su comunicado inicial, el desembarco argentino al Grupo El Observador sacó rápidamente a Peirano de la dirección periodística y trajo a la República Oriental una serie de periodistas famosos del otro lado del río. Incorporando además una señal de radio: El Observador Radio, que el 2 de enero de este año lanzó su programación con bombos y platillos en el parador Mía Bistró de Punta del Este. Allí estuvieron Oscar González Oro, Esteban Trebucq y Sara Werthein, como parte de las nuevas caras del grupo, del que forman parte también Luis Majul, Yanina Latorre y Alejandro Fantino, entre otros. El festejo veraniego del Observador contó con la presencia de Zulemita Menem, Daniel Hadad, Alejandro Bulgueroni, Gustavo Yankelevich, Jorge Brito, y varios encumbrados empresarios argentinos, junto a Alvaro Delgado (actual candidato a presidente del Partido Nacional), entre otras figuras políticas uruguayas. La vicepresidenta de la Nación, Beatriz Argimón, estuvo a cargo del simbólico corte de cinta para iniciar la temporada de la FM 107.9.
¿Por qué tanto interés en invertir millones en un mercado chico como el de Uruguay? Los compradores del Observador de inocentes no tienen nada, son reconocidos hombres de negocios con vínculos estrechos con la política. Se los pudo ver en la la embajada de Estados Unidos en Montevideo brindando con Luis Lacalle Poú.
El 29 de noviembre de 2023 la prensa informaba:“Tras la visita de 48hs a los EEUU el presidente electo Javier Milei confirmó a Gerardo Werthein como embajador argentino ante Washington. El empresario con fuerte vínculos con los Estados Unidos, fue parte de la comitiva, junto al también designado Luis “Toto” Caputo y Nicolás Posse, en la visita ante la Casa Blanca, el Tesoro norteamericano y el FMI.”
Sí, uno de los nuevos dueños de El Observador se convirtió un año después en el embajador de Milei. Y no sólo eso. Poco antes del comienzo de las Olimpíadas parisinas, Gerardo Werthein, ex presidente del Comité Olímpico Argentino, fue elegido como nuevo vicepresidente del Comité Olímpico Internacional en ocasión de las olimpíadas francesas. Durante algunos años fue presidente del Comité Olímpico Argentino.
Cabe imaginar que, con tantas tareas, sería Gabriel Hochbaum, el otro comprador, quien se ocupe del día a día del grupo en uruguay. Hochbaum es dueño del portal El Cronista y forma parte de la empresa de Daniel Vila y José Luis Manzano, dueños de la mitad del paquete accionario del Grupo América (América TV, radio La Red, canal de cable A24, el portal de noticias a24.com y la mitad de FM Blue). Según trascendidos el grupo Vilá-Manzano estaría dispuesto a vender su paquete accionario y Hochbaum habría puesto sus fichas en los medios uruguayos.
No había pasado un año del cambio de dueños cuando La Asociación de la Prensa Uruguaya (APU) salió en defensa de los trabajadores de El Observador “que fueron objeto de un acto de censura promovido por los actuales propietarios del medio”. Añade que el Gobierno realizó al menos una llamada para impedir la divulgación de una noticia. APU calificó a la decisión editorial como “lamentable” y aseguró que la noticia estaba debidamente confirmada, por lo cual la definición de El Observador es “un episodio grave que afecta a la libertad de expresión y de trabajo de los periodistas”. Se conoció por los propios periodistas de El Observador el contenido de la información censurada: el espionaje que hizo el ex custodio presidencial Alejandro Astesiano a la exesposa del presidente Lacalle Pou, Lorena Ponce de León.
La pregunta queda en pie ¿por qué Uruguay se ha convertido en una suerte de Meca para grandes capitales? Todo indicaría que desde el gran país del norte se ha elegido a esta República Oriental como guardiana de la política estadounidense. Así lo estaría demostrando el avance de un puerto privado con dragado para trasatlántcos que será la principal puerta de salida de la Hidrovía. Un tema de geopolítica regional que no muchos están advirtiendo, considerando todavía que son ‘nuestros hermanos menores’, al decir de Massa, o ‘el paisito’ según algunos nostálgicos.
Esta semana se dio a conocer una noticia que confirma la decisión del gobierno uruguayo de favorecer un blindaje informativo en un año electoral. Los canales 4, 10 y 12, de televisión por cable fueron autorizados a crear un consorcio que fortalece aún más su posición dominante en el mercado montevideano. Además, los autoriza a vender internet, cosa que les permite competir contra ANTEL, mientras utilizan la fibra óptica de la empresa pública.
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Militando el periodismo, por Laura Giussani Constenla
“Para el futuro o para el pasado, para la época en que se pueda pensar libremente, en que los hombres sean distintos unos de otros y no vivan solitarios… Para cuando la verdad exista y lo que se haya hecho no pueda ser deshecho: Desde esta época de uniformidad, de este tiempo de soledad, la Edad del Gran Hermano, la época del doblepensar…¡Felicidades!”, Georges Orwell, “1984”.
“Desde esta época de uniformidad, de este tiempo de soledad, la Edad del Gran Hermano, la época del doblepensar…” Esto escribía Winston, protagonista de 1984, en una noche de festejo y borrachera en la que se había animado a garrapatear unas palabras. La novela se desarrolla en tiempos oscuros en los que gobernaba el Partido Interior; al pueblo lo controlaba El Gran Hermano, y existían un Ministerio de la Verdad junto a una Policía del Pensamiento.
“Winston puso un plumín en el portaplumas y lo chupó primero para quitarle la grasa. La pluma era ya un instrumento arcaico. Se usaba rarísimas veces, ni siquiera para firmar, pero él se había procurado una, furtivamente y con mucha dificultad, simplemente porque tenía la sensación de que el bello papel cremoso merecía una pluma de verdad en vez de ser rascado con un lápiz tinta. Pero lo malo era que no estaba acostumbrado a escribir a mano. Aparte de las notas muy breves, lo corriente era dictárselo todo al hablescribe, totalmente inadecuado para las circunstancias actuales. Mojó la pluma en la tinta y luego dudó unos instantes. En los intestinos se le había producido un ruido que podía delatarle. El acto trascendental, decisivo, era marcar el papel. En una letra pequeña e inhábil escribió:…”
Un tiempo en el que la escritura era aracaica, acostumbrados como estamos al bendito “hablaescribe”, escribía Orwell allá por el 1949 ¿era o es arcaica? Winston, no lo sabe. Ignora si ése es el año en el que está escribiendo, quizás es el pasado o el futuro. Tampoco entendía porqué lo estaba haciendo. Escribir ¿para quién? ¿por qué?
“Durante algún tiempo permaneció contemplando estúpidamente el papel. La telepantalla transmitía ahora estridente música militar. Es curioso: Winston no sólo parecía haber perdido la facultad de expresarse, sino haber olvidado de qué iba a ocuparse. Por espacio de varias semanas se había estado preparando para este momento y no se le había ocurrido pensar que para realizar esa tarea se necesitara algo más que atrevimiento. El hecho mismo de expresarse por escrito, creía él, le sería muy fácil.-Sólo tenía que trasladar al papel el interminable e inquieto monólogo que desde hacía muchos años venía corriéndole por la cabeza. Sin embargo, en este momento hasta el monólogo se le había secado.”
Bien vale leer o releer el libro entrero: 1984 de Orwell. Tanto se ha hablado de él que casi nadie lo leyó, sabemos la moraleja, pero es mucho más que eso, cada frase se convierte en un descubrimiento inquietante (aquí uno de los tantos links en los que pueden encontrar el texto completo).
https://www.suneo.mx/literatura/subidas/George%20Orwell%201984.pdf
Hoy, de pronto, recordé aquella novela en donde la resistencia consistía en evitar que se perdiera la literatura, los escritos, la cultura. Empecinados que se comprometían a aprender libros enteros de memoria para transminir a su descendencia. ¿Cuándo había leído eso? ¿lo había leído? ¿Era Orwell en 1984? Así fue que me zambullí en ese texto que alguna vez creí que se trataba de ciencia ficción y terminó siendo más real que la realidad misma.
Había empezado el borrador de esta nota con esta frase: ‘Militancia y periodismo, dos palabras que ya no son lo que eran.’ Y terminé leyendo a Orwell por esa cosa de la relación libre de ideas.
¿De qué hablamos cuando hablamos de periodismo?
Me crié entre periodistas (del siglo pasado, claro). Muchos de ellos eran también militantes, pero una cosa era una cosa y otra cosa era otra cosa.
Los periodistas eran, por lo general, tipos cultos, informados, inteligentes, bohemios, medio borrachines, a los que no les gustaba trabajar de manera rutinaria en una oficina. Al menos eso me dijo mi padre. “Yo me hice periodista porque no me gustaba trabajar”, soltó una vez cuando le preguntamos cómo había empezado. Escritores poco perseverantes que necesitaban ganarse un mango y lo hacían escribiendo en un diario o una revista, que tenían como dueños a personas y no empresas, que respetaban a esos tipos raros. Grandes contadores de historias, curiosos, librepensadores, obsesivos por encontrar la palabra justa para informar datos precisos. De izquierdas o derechas, peronistas o gorilas, hombres y mujeres apasionados que respiraban grandes bocanadas de información y humor social de manera casi visceral. No existían por entonces los Licenciados en Comunicación. Aprendían el oficio en las redacciones y en la calle. Leían más de lo que escribían. Es cierto que los directores de esos medios que contrataban a estos cultos tarambanas también eran escritores o periodistas.
Militancia y periodismo, dos palabras que ya no son lo que eran. Tampoco la política es lo que era. Formo parte de ese mundo en disolución. Esta semana, el presidente Milei insultó nuevamente a los periodistas: delincuentes, ensobrados, mentirosos. Algo de razón puede tener, quién no sabe de algún llamado periodistas que puede vender sus palabras al mejor postor. ¿Acaso el periodismo ha muerto? ¿ya no hay apasionados del oficio que giran de aquí para allá en busca de una noticia o una crónica, leen con avidez y tratan de escribir con decoro? Sí, los hay, claro, pero suelen estar fuera del sistema. Difícil verlos en la televisión.
Puedo citar decenas de medios que se empecinan en evitar que un oficio tan digno y hermoso desaparezca. No está sola La Columna Vertebral, puedo citar de memoria radios como FM la Hormiga o Riachuelo, Radio Gráfica, portales indispensables como La Tinta, de Córdoba, EnRedados y el Eslabón de Rosario, Desde las Bases de Tierra del Fuego, Sur Capitalino de La Boca, EnRed, La Retaguardia, y tantos, tantos otros que hacen gala de un respeto por la palabra y la información digna de aquellos años de oro. Una cofradía parecida a la imaginada por Orwell que se resiste al fin de las palabras. Curiosos tipitos y tipitas adictos a leer, pensar, investigar, escribir, publicar. Vagos, de esos a los que no les gusta trabajar pero están todo el día haciéndolo. Porque no hay límite, ni horario ni patrón. Puro placer y terquedad.
Imagino que tanto a ellos como a nosotras, los anónimos miembros de la cofradía periodística, nos ataca la depresión cuando notamos la indiferencia de aquellos que deberían apoyar tanta voluntad, laburo y profesionalismo. Mientras los no-periodistas estrellas de los grandes medios se hacen ricos, nosotros sobrevivimos a los tumbos y más de una vez nos preguntamos ¿por qué lo hacemos?
No somos ‘periodistas militantes’, somos simplemente periodistas, algunos militarán otros no, ese maquiavélico invento del periodismo militante provocó más de un desatino.
Militar, antes, no implicaba ganar dinero alguno. Nada más lejano a un militante que un funcionario o a un empresario de los medios. Basta pensar en Walsh, a quien tanto se ha mencionado, para bien y para mal. Era un militante, sí, sobre todo en sus últimos años. Pero cuando escribía, no dejaba de ser Walsh. Su última carta es un compendio de buen periodismo: Información precisa, una lógica clara, y la palabra justa. Nunca se enriqueció, ni con la militancia ni con el periodismo, más bien todo lo contrario.
Cómo me gustaría tener el coraje de escribir un ´’Yo acuso’, a todos aquellos que se llenan la boca de Walsh y bestemian contra los medios hegemónicos, al tiempo que miran con recelo a esa cofradía periodística en resistencia, libre de toda libertad. Periodistas sin Patrón (PeSinPat)
El problema es que no pertenecemos y, se sabe, “pertenecer tiene sus privilegios”. ¿Quién las banca? Es una pregunta frecuente, y la realidad es que nadie. Pertenecemos a un mundo que quizás ya fue, no sabemos -ni nos gusta- buscar ‘sponsors’ ni auspiciantes ni canjes. Por eso inventamos este periodismo a la gorra poniendo una cuota de fe en nuestros iguales, pero no. Cuanto más iguales menos empatía.
A veces, sólo a veces, dan ganas de bajar los brazos. Creo que no es un problema personal sino social. Están consiguiendo quebrarnos, en el mundo del Gran Hermano el silencio vence la batalla, las calles se vacían, el miedo ataca. Y qué hacen ‘los nuestros’, esos que se suponen caminan por el mismo camino?
El otro día hablaba con un amigo de la cofradía cuyo ánimo estaba aún más baqueteado que el mío, y me decía:
“Antes pensaba que habia que convencer haciendo, que por ahí era el camino. No. Parece que es al reves. Muchos de los que trabajan en fundaciones o sindicatos, ven con cierto recelo lo que hacemos, como si fuéramos potenciales competidores. No es que no sepan , que desconozcan. Es cierto que están aturdidos por las permanentes demandas y empiezan a ver a todos los pedidos de aporte de la misma manera. Como si todos fuesen un ejercito de mangueros y su rol es “contenerlos” y pichulearles los pedidos. Algún día hay que blanquear la bronca. Tirar migajas aquí y allá no es un respetuoso aporte a quienes laburan en comunicacion. Pero creo que no está entre sus prioridades la construccion de otros medios…”
¿Para qué financiar ‘otros medios’ si tienen sus propios medios? Se preguntarán. Pues bien, es que un medio para ser periodístico no puede ser ‘propio’ de un partido o sindicato o del Estado mismo, sólo por eso.
Volvamos a Orwell, quien criticó al ‘periodismo militante’ mucho antes de ponerse de moda en Argentina. Eran otros tiempos, acababan de derrotar al nazismo y al fascismo. Sin embargo, tal como describe Javier Borrás en un excelente artículo que reproducimos somo lectura recomendada en nuestro portal, el dilema era el siguiene: “Derrotado el fascismo, la tentación soviética era el gran reclamo entre los escritores europeos (…)los intelectuales solo debían hacer un pequeño sacrificio, que —además, les tranquilizaron— solo sería por un breve período de tiempo: debían dejar de lado su libertad y debían mentir. Los que no se sumaron a este «camino a la libertad» fueron señalados y criticados por sus propios compañeros de letras. Los escritores que no estaban de acuerdo en renunciar a su libertad de opinión (era solo por unos pocos años, el resultado sería magnífico, habría valido la pena, ¿qué les costaba?) eran acusados de «encerrarse en una torre de marfil, o bien de hacer un alarde exhibicionista de su personalidad, o bien de resistirse a la corriente inevitable de la historia en un intento de aferrarse a privilegios injustificados». Una vez que la verdad había sido revelada, todo aquel que se opusiera a ella era, o un «idiota» y «romántico» por no entenderla, o un «egoísta» y «traidor» por no querer renunciar a sus privilegios burgueses. Todos aquellos que opinen distinto a nosotros «no pueden ser honrados e inteligentes al mismo tiempo».
He sido criticada como “idiota, romántica y librepensadora” (por suerte me ahorraron la de ‘traidora’ o ‘egoista’) durante años, mientras los periodistas militantes regalaban su dignidad en pos de un bien común (igual, sería algo de pocos años ¿no? Después se elevaría “il sol dell’avvenire”, el futuro era de los ‘buenos’ según las escrituras de los amantes del progreso, por pura fe en el mañana).
Aquí seguiremos en la cofradía de los que creen que, hoy más que nunca, hay que militar el periodismo. Generar conciencia, inculcar aquella idea que tenían nuestros padres de este hermoso oficio. Está en nosotros y está en ustedes. Aguante el periodismo a la gorra.
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Formo parte de una generación que a los 13 o 14 años abrazó los ideales de izquierda que habían sacudido el mundo con revoluciones triunfantes. El futuro estaba allí. Cuba era un ejemplo claro de que se podía acabar con la obscenidad del Capital y poner el foco en la igualdad. Un socialismo caribeño que lejos estaba por ese entonces de parecerse al dogmatismo soviético. Nosotros, los que nacimos en el 60, salimos al mundo cuando todavía quedaban hippies románticos, revolucionarios de metralla, el Che Guevara como símbolo de entrega, ecos del 68 en Europa y entusiastas rebeliones populares. Vietnam que le ganaba la guerra al imperio. Africa que se ponía de pié. Felices de formar parte de esa época en la que se decidía a fuerza de garra y voluntad cómo sería la relación de los hombres y mujeres que poblaban el planeta. Lo imaginábamos justo, alegre, solidario, sin tener una noción muy clara de cómo llegaríamos a construirlo pero convencidos de que lo primero era destruir ese mundo gris, repleto de víctimas, guerras, poderosos impunes, freno a la imaginación y la libertad.
La imprevista reivindicación de Isabel Martínez de Perón por parte de la vicepresidenta provoca un tembladeral en los cimientos mismos del peronismo. Quienes no vivieron esa época, es decir, todos los menores de 60 años, quizás no lo sepan, pero la idea de ‘aniquilar a los zurdos’, tan típica de estos tiempos pseudolibertarios, resuena en nuestras vidas como un retroceso que excede a la Dictadura Militar y se ancla en aquellos años del último Perón, que optaba por una CGT en descomposición, colaboracionista del gobierno que tuvieran enfrente –como los ‘dialoguistas’ de hoy- y llamaba a organizarse para acabar con esos ‘estúpidos e imberbes’ que cuestionaban su conducción.
¿Estupidos, imberbes? Puede ser, tan estúpidos y jóvenes que creyeron que era cierto el aval que una y otra vez del brindaba Perón desde su dorado exilio madrileño, fue Perón quien los abrazó y estimuló para organizar una resistencia armada que puso fin a 17 años de proscripción del peronismo. A las palmadas en la espalda, le sucedieron las órdenes de aniquilamiento que partían del viejo líder.
Isabelita representa lo peor del peronismo, un peronismo que ya huérfano de Perón, profundizó la división entre quienes soñaban con un país más equitativo, socialista, y aquellos que buscaban aniquilarlos. Fueron los tiempos de las Tres A, un estigma que todavía duele a pesar del esfuerzo por dejarlo en la sombra.
José López Rega se convertía, de golpe y porrazo, en el hombre más poderoso del país en esos años negros. Una suerte de mayordomo de Perón que fue nombrado Ministro de Bienestar Social por el Héctor J. Cámpora, y se convirtió en el apoyo político y afectivo más fuerte que tuvo Isabel al quedar al mando de la presidencia por la muerte del líder.
A la memoria completa de Villarruel habría que refrescarla recordándole que era en la Casa Rosada de Isabel Perón en donde se organizó el más feroz grupo paramilitar que recuerde este país formado por hombres de la fuerzas de seguridad y militantes de lo que por entonces se llamaba ‘la patota sindical’, cuya ferocidad provocaba estremecimiento: más de mil asesinatos a mansalva, torturas, amenazas y tres mil atentados con bombas y mesajes a una sociedad inerme que asistía atónita al escarmiento: cadáveres militantes aparecieron colgados como reces en un camión frigorífico, cuerpos incinerados tirados en las zanjas, o asesinatos a plena luz del día a reconocidos dirigentes como Ortega Peña en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires. Teatros que estallaban por los aires, y listas de las ‘próximas víctimas’ en comunicados de las 3 A que giraban por las principales redacciones. Empezaba el exilio de muchos, mientras otros elegían pemanecer en el país medio escondidos o en la resistencia.
Es raro que la artífice de ‘la memoria completa’ rescate del olvido a quienes sembraron de sangre el país a través de las Tres A, aquella miserable Alianza Anticomunista Argentina que fue el antecedente de los métodos de la dictadura militar que vendría. Sembrar el terror era la consigna de unos y otros.
Lejos de mostrar la supuesta interna en La Libertad Avanza en el presidente y su vice, este acto de reivindicación nos recuerda los parecidos indiscutibles de dos dirigentes políticos llegados por azar a la Casa Rosada: Milei y López Rega. Anticomunistas viscerales que imaginan seguir órdenes divinas.
¿Quién era López Rega?
Extraño hombrecito que en su juventud probó suerte en Estados Unidos y el Caribe imitando a Paul Anka. Sí, un cantante frustrado (como Milei).
De regreso al país se alistó en la policía en donde llegó al rango de cabo y logró reunir unos pesos para fundar una imprenta en donde hacía trabajos por encargo, se dedicó pero, sobre todo, lograba editar los primeros folletos de la secta Anäel. Una logia que incorporaba el espiritismo a la política. Unos de sus panfletos, escrito en Buenos Aires, en 1965, reproducía esta escena:
“Fue una tarde de octubre de 1965. Era la hora del crepúsculo. Varios miembros de la logia, juntamente con el doctor Anael, caminábamos. Anduvimos largo trecho en silencio. Sólo percibíamos nuestros pensamientos y el gorjeo de los pájaros.
—Doctor Anael —dijo de repente uno del grupo—. ¿Podremos construir la Nueva Civilización? Anael se adelantó unos pasos. Se detuvo, y dándose vuelta, contestó:
—¿Sientes el hambre y la injusticia del mundo?
—¡Sí!
—Entonces podrás construirla.
Giró sobre sus talones y reinició la marcha.
También en silencio, el sol buscaba un nuevo amanecer. ¡El tercer mundo ha entrado en acción!
Logia Anael, Buenos Aires, Noviembre de 1965.”
Una serie de casualidades imposibles de relatar en tan poco tiempo, puso a López Rega en el camino del derrocado Juan Domingo Perón y lo llevó a ser su fiel sirviente en su mansión de Puerta de Hierro. Allí pegó el gran salto, de la minúscula secta Anael a la Logia P2 que reunía a los poderosos del mundo, entre ellos Perón con la participación de Lopecito. Bingo.
Dos zancada más y estaría de regreso a la Argentina al lado del líder y su mujer, conviertiéndose en Ministro de Bienestar Social y suegro del Presidente provisional del Senado, Raúl Lastiri. La grieta, por entonces, atravesaba con violencia al peronismo. “Para un peronista no hay nada mejor que otro peronista’ se convertía de pronto en ‘Para un peronista no hay nada mejor que un peronista zurdo muerto’. De un lado y del otro, gritaban Viva Perón antes de caer.
Si creen que estamos viviendo tiempos locos, lamento desmentirlo. La locura parece ser casi endógena a nuestra historia reciente. Hoy tenemos un presidente que grita desaforado, termina sus discursos con un saludo a Las Fuerzas del Cielo, y sueña con clavar el último clavo del ataúd del kirchnerismo con Cristina adentro (La quema del cajón de la UCR de Herminio Iglesias es un poroto al lado de semejante amenaza).
Esperemos que las similitudes entre Milei y López Rega se detengan allí. Imaginamos que sí. Nadie puede creer que la Casa Rosada vuelva a ser una cueva de asesinos a sueldo, anticomunistas militantes, que siembren el terror en la población. Al menos, no a los tiros. Por ahora, con los discursos es suficiente para paralizar cualquier insurrección.
Ojalá que la Astrología Esotérica de José López Rega (alias el Hermano Daniel), haya quedado en el pasado, como su banda parapolicial Triple A dispuesta a masacrar todo lo que tuviera tufillo de ‘zurdo’ con el objetivo de crear una Argentina Potencia (el sueño de Lopecito). Ojalá que la memoria quede intacta para no repetir una y otra vez el mismo derrotero nefasto. Ojalá.
Columna emitida por larz.com.ar en la sección Planeta Giussani de La Columna Vertebral el 21 de octubre de 2024