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Planeta Giussani

Cómo te extrañamos, León!

A poco de entrar en su mes de nacimiento y muerte, hoy rendiremos homenaje a un verdadero León, y no a ese que de tanto robar ideas nos ha despojado de una de nuestras más bellas palabras: ‘Libertad’; y de su derivación romántica, la que denomina a los queridos ‘libetarios’. Frente a ese atribulado León de cartapesta que nos gobierna, en estos tiempos oscuros de ignorancia sublime, se lo extraña más que nunca. Estamos hablando de León Rozitchner, a poco de cumplirse cien años de su nacimiento, el 24 de septiembre de 1924. Quien murió también en septiembre pero de 2011, y fue uno de los grandes pensadores argentinos del siglo XX. Por suerte, para él, y desgracia nuestra, dejó este mundo apenas entrado el siglo XXI.

Decíamos que vivimos en tiempos de ignorancia. Veamos qué decía Rozitchner al respecto:

“La ignorancia no es un no-saber cualquiera, pues se puede “saber” mucho, tener “conocimientos” y ser radicalmente ignorante. Porque la ignorancia es un no saber fundamental, que desconoce aquel sentimiento desde el cual todo saber verdadero se forma: el saber del sufrimiento del otro como propio, la compasión, es decir el padecer y sentir al otro en nuestro propio cuerpo. Este saber fundamental se manifiesta en todo lo que el hombre produce con la mano, hacedora de cosas, y con la lengua, hacedora de ideas. Los explotadores del cuerpo de los otros en el trabajo de la vida cotidiana, creen que sus lenguas, separadas en sus delicados cuerpos del trabajo que los demás con sus manos hacen por ellos, expresa una riqueza propia, una distinción del alma que los sometidos y expropiados no tienen. Son los propietarios de la palabra. Pero sus cuerpos están divididos y deben acallar lo que han delegado en las manos callosas. No sufren porque el otro, siempre negro o indio, trabaje la naturaleza para que los Doctores preserven la ciencia que destilan los suyos. (…)

Así lo definía Rozitchner en un libro que tenía el significativo título de El triunfo de un fracaso ejemplar. Dedicado a Simón Rodríguez y su filosofía de la emancipación. Otro gran pensador apenas recordado, nacido en 1769, autodidacta socialista, tutor y maestro de Simón Bolivar en su infancia. A quien se define como Educador, filósofo, político,tipógrafo y prócer venezolano. Libro publicado a un año de su muerte por la Biblioteca Nacional, dirigida en ese entonces por otro irremplazable como Horacio González, el último rugido de nuestro León que no llegó a ver la luz con su autor en vida.

En ese libro, hay un capítulo que tiene otro hermoso título: Pintar con las palabras. En donde se recupera el ideario de Simón Rodríguez al entenderse que la historia de la humanidad es una construcción colectiva y que los desheredados de la tierra son la base de nuestra cultura. Tal como lo explica en el siguiente párrafo:

“El Pueblo tiene en su pobreza un saber que los distinguidos no poseen: el de su resistencia, adquirida de un modo diferente en la vida cotidiana. Un saber que debe pasar de las manos a la propia cabeza…La libertad personal sólo sirve (al decir de Simón Rodríguez) “para eximirse de toda especie de cooperación al bien general”; es decir como si no descansara en el aprovechamiento y la exclusión de la libertad también “personal” de la gente del pueblo. Eso les permite aparecer como si fueran “independientes”. Pero sin embargo, la verdad de esta libertad individual oculta en el goce separado la trampa material, el aprovechamiento de los cuerpos ajenos sobre los que recae la carga de la producción, el fracaso y la muerte. Esto es lo que nos muestra ese segundo principio que acompaña siempre, necesariamente, al primero: el derecho de propiedad.” Para qué sirve este derecho según Simón Rodríguez?: para “convertir la USURPACION en posesión (…) la posesión en propiedad y, de cualquier modo, GOZAR con prejuicio de terceros (…) a título de legitimidad (y la legitimidad es un abuso tolerado)”.

En tiempos en los que el insulto es regla y el razonamiento se convirtió en un inservible ocio para los poderosos, bien vale rescatar el esfuerzo realizado durante siglos por quienes sintieron la necesidad de comprender el sentido de las cosas, de la vida y sus sociedades.

Si se preguntan por qué hoy, entrando a septiembre, días antes del verdadero aniversario, por qué se me ocurrió rescatar la memoria de alguien a quien no conocía pero alimentaba las ideas de todos y todas, bueno, fue culpa de Cristián Sucksdorf quien compartió una invitación que hago extensiva a nuestros oyentes: Con motivo del centenario del nacimiento del filósofo argentino León Rozitchner, la cátedra de la que fue fundador, llamada ‘La Construcción histórica de la subjetividad moderna’ en la carrera de Sociología de la UBA, los invita a participar de las II jornadas León Rozitchner, contra la servidumbre voluntaria, que se desarrollarán con modalidad presencial los días 21 y 22 de octubre de 2024, en la Facultad de Ciencias Sociales de Capital Federal, Santiago del Estero 1019.

No digan que no les avisé con tiempo para averiguar. Puede ser un banquete de ideas, algo que andamos necesitando, sin dudas. Y, quién sabe, quizás tanta palabrerío fue una excusa para escuchar este hermoso tema de Calle 13, llamado: Así de grandes son las ideas. Salú!

Columna de Laura Giussani Constenla, emitida el 2 de septiembre de 2024 en larz.com.ar . “La Columna Vertebral-Historias de Trabajadores”

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Militando el periodismo, por Laura Giussani Constenla

Para el futuro o para el pasado, para la época en que se pueda pensar libremente, en que los hombres sean distintos unos de otros y no vivan solitarios… Para cuando la verdad exista y lo que se haya hecho no pueda ser deshecho: Desde esta época de uniformidad, de este tiempo de soledad, la Edad del Gran Hermano, la época del doblepensar…¡Felicidades!”, Georges Orwell, “1984”.

“Desde esta época de uniformidad, de este tiempo de soledad, la Edad del Gran Hermano, la época del doblepensar…” Esto escribía Winston, protagonista de 1984, en una noche de festejo y borrachera en la que se había animado a garrapatear unas palabras. Eran -o habían sido, o serían- tiempos complicados para el pobre Winston en los que gobernaba el Partido Interior; al pueblo lo controlaba El Gran Hermano, y existían un Ministerio de la Verdad junto a una Policía del Pensamiento. El descubrimiento de un libro y esa sensación en las tripas que tuvo al tomar una pluma para escribir, marcaron su futuro.

“Winston puso un plumín en el portaplumas y lo chupó primero para quitarle la grasa. La pluma era ya un instrumento arcaico. Se usaba rarísimas veces, ni siquiera para firmar, pero él se había procurado una, furtivamente y con mucha dificultad, simplemente porque tenía la sensación de que el bello papel cremoso merecía una pluma de verdad en vez de ser rascado con un lápiz tinta. Pero lo malo era que no estaba acostumbrado a escribir a mano. Aparte de las notas muy breves, lo corriente era dictárselo todo al hablescribe, totalmente inadecuado para las circunstancias actuales. Mojó la pluma en la tinta y luego dudó unos instantes. En los intestinos se le había producido un ruido que podía delatarle. El acto trascendental, decisivo, era marcar el papel. En una letra pequeña e inhábil escribió:…”

Un tiempo en el que la escritura era aracaica, acostumbrados como estamos al bendito “hablaescribe”, escribía Orwell allá por el 1949 ¿era o es arcaica? Winston, no lo sabe. Ignora si ése es el año en el que está escribiendo, quizás es el pasado o el futuro. Tampoco entendía porqué lo estaba haciendo. Escribir ¿para quién? ¿por qué?

“Durante algún tiempo permaneció contemplando estúpidamente el papel. La telepantalla transmitía ahora estridente música militar. Es curioso: Winston no sólo parecía haber perdido la facultad de expresarse, sino haber olvidado de qué iba a ocuparse. Por espacio de varias semanas se había estado preparando para este momento y no se le había ocurrido pensar que para realizar esa tarea se necesitara algo más que atrevimiento. El hecho mismo de expresarse por escrito, creía él, le sería muy fácil.-Sólo tenía que trasladar al papel el interminable e inquieto monólogo que desde hacía muchos años venía corriéndole por la cabeza. Sin embargo, en este momento hasta el monólogo se le había secado.”

Bien vale leer o releer el libro entrero: 1984 de Orwell. Tanto se ha hablado de él que casi nadie lo leyó, sabemos la moraleja, pero es mucho más que eso, cada frase es un descubrimiento.

https://www.suneo.mx/literatura/subidas/George%20Orwell%201984.pdf

Hoy, de pronto, recordé aquella novela en la que la resistencia era evitar que se perdiera la literatura, los escritos, la cultura. Empecinados que se comprometían a aprender libros enteros de memoria para transminir a su descendencia. ¿Cuándo había leído eso? ¿lo había leído? ¿Era Orwell en 1984? Así fue que me zambullí en ese texto que alguna vez creí que se trataba de ciencia ficción y terminó siendo más real que la realidad misma.

Había empezado el borrador de esta nota con esta frase: ‘Militancia y periodismo, dos palabras que ya no son lo que eran.’ Y terminé leyendo a Orwell por esa cosa de la relación libre de ideas.

Me crié entre periodistas (del siglo pasado, claro). Muchos de ellos eran también militantes, pero una cosa era una cosa y otra cosa era otra cosa.

Los periodistas eran, por lo general, tipos cultos, informados, inteligentes, bohemios, medio borrachines, a los que no les gustaba trabajar de manera rutinaria en una oficina. Al menos eso me dijo mi padre. “Yo me hice periodista porque no me gustaba trabajar”, soltó una vez cuando le preguntamos cómo había empezado. Escritores poco perseverantes que necesitaban ganarse un mango y lo hacían escribiendo en un diario o una revista, que tenían como dueños a personas y no empresas, que respetaban a esos tipos raros. Grandes contadores de historias, curiosos, librepensadores, obsesivos por encontrar la palabra justa para informar datos precisos. De izquierdas o derechas, peronistas o gorilas, hombres y mujeres apasionados que respiraban grandes bocanadas de información y humor social de manera casi visceral. No existían por entonces los Licenciados en Comunicación. Aprendían el oficio en las redacciones y en la calle. Leían más de lo que escribían. Es cierto que los directores de esos medios que contrataban a estos cultos tarambanas también eran escritores o periodistas.

Militancia y periodismo, dos palabras que ya no son lo que eran. Tampoco la política es lo que era. Formo parte de ese mundo en disolución. Esta semana, el presidente Milei insultó nuevamente a los periodistas, delincuentes, ensobrados, mentirosos. Algo de razón puede tener, quién no sabe de algún llamado periodistas que puede vender sus palabras al mejor postor. ¿Acaso el periodismo ha muerto? ¿ya no hay apasionados del oficio que giran de aquí para allá en busca de una noticia o una crónica, leen con avidez y tratan de escribir con decoro? Sí, los hay, claro, pero suelen estar fuera del sistema. Difícil verlos en la televisión.

Puedo citar decenas de medios que se empecinan en evitar que un oficio tan digno y hermoso desaparezca. No está sóla La Columna Vertebral, puedo citar de memoria radios como FM la Hormiga o Riachuelo, Radio Gráfica, portales indispensables como La Tinta, de Córdoba, EnRedados y el Eslabón de Rosario, Desde las Bases de Tierra del Fuego, Sur Capitalino de La Boca, EnRed, La Retaguardia, y tantos, tantos otros que hacen gala de un respeto por la palabra y la información digna de aquellos años de oro. Una cofradía parecida a aquella de Orwell que se resiste al fin de las palabras. Curiosos tipitos y tipitas adictos a leer, pensar, investigar, escribir, publicar. Vagos, de esos a los que no les gusta trabajar pero están todo el día haciéndolo. Porque no hay límite, ni horario ni patrón. Puro placer y terquedad.

Imagino que tanto a ellos como a nosotras, los anónimos miembros de la cofradía periodística, nos ataca la depresión cuando notamos la indiferencia de aquellos que deberían apoyar tanta voluntad, laburo y profesionalismo. Mientras los no-periodistas estrellas de los grandes medios se hacen ricos, nosotros sobrevivimos a los tumbos y más de una vez nos preguntamos ¿por qué lo hacemos? No somos ‘periodistas militantes’, somos simplemente periodistas, algunos militarán otros no, ese maquiavélico invento del periodismo militante provocó más de un desatino.

Militar, antes, no implicaba ganar dinero alguno. Nada más lejano a un militante que un funcionario. Basta pensar en Walsh, a quien tanto se ha mencionado, para bien y para mal. Era un militante, sí, sobre todo en sus últimos años. Pero cuando escribía, no dejaba de ser Walsh. Su última carta es un compendio de buen periodismo: Información precisa, una lógica clara, y la palabra justa. Nunca se enriqueció, ni con la militancia ni con el periodismo, más bien todo lo contrario.

Cómo me gustaría tener el coraje de escribir un ´’Yo acuso’, a todos aquellos que se llenan la boca de Walsh y bestemian contra los medios hegemónicos, al tiempo que miran con recelo a esa cofradía periodística en resistencia, libre de toda libertad. Periodistas sin Patrón (PeSinPat)

El problema es que no pertenecemos, y, se sabe: “pertenecer tiene sus privilegios”. ¿Quién las banca? Es una pregunta frecuente, y la realidad es que nadie. Pertenecemos a un mundo que quizás ya fue, no sabemos -ni nos gusta- buscar ‘sponsors’ ni auspiciantes ni canjes. Por eso inventamos este periodismo a la gorra poniendo una cuota de fe en nuestros iguales, pero no. Cuanto más iguales menos empatía.

Disculpen ustedes si me pescan en un momento en el que la depresión ataca. Creo que no es un problema personal sino social. Están consiguiendo quebrarnos, en el mundo del Gran Hermano el silencio vence la batalla, las calles se vacían, el miedo ataca. Y qué hacen ‘los nuestros’, esos que se suponen caminan por el mismo camino?

El otro día hablaba con un amigo de la cofradía cuyo ánimo estaba aún más baqueteado que el mío, y me decía:

“Antes pensaba que habia que convencer haciendo, que por ahí era el camino. No. Parece que es al reves. Los que manejan el tema prensa de las distintas organizaciones o fundaciones o lo que fuera, ven a quienes hacen lo que haces vos por ejemplo, como potenciales competidores. No es que no sepan , que desconozcan. Es cierto que están aturdidos por las permanentes demandas y empiezan a ver a todos los pedidos de aporte de la misma manera. Como si todos fuesen un ejercito de mangueros y su rol es “contenerlos” y pichulearles los pedidos. Algún día hay que blanquear la bronca. Tirar migajas aquí y allá no es un respetuoso aporte a quienes laburan tema comunicacion. Pero creo que no está entre sus prioridades la construccion de otros medios…”

¿Para qué financiar ‘otros medios’ si tenemos nuestros medios propios? Se preguntarán. Pues bien, es que un medio para ser periodístico no puede ser ‘propio’, sólo por eso.

Volvamos a Orwell, quien criticó al ‘periodismo militante’ mucho antes de ponerse de moda en Argentina. Eran otros tiempos, acababan de derrotar al nazismo y al fascismo. Sin embargo, tal como describe Javier Borrás en un excelente artículo que reproducimos somo lectura recomendada en nuestro portal, el dilema era el siguiene: “Derrotado el fascismo, la tentación soviética era el gran reclamo entre los escritores europeos: se sumaban a una ideología que se rebelaba contra el orden establecido y que prometía llevar a un estadio donde la igualdad, la dignidad y la riqueza alcanzaran a todos los ciudadanos. Para llegar a esa situación, los intelectuales solo debían hacer un pequeño sacrificio, que —además, les tranquilizaron— solo sería por un breve período de tiempo: debían dejar de lado su libertad y debían mentir. Los que no se sumaron a este «camino a la libertad» fueron señalados y criticados por sus propios compañeros de letras. Los escritores que no estaban de acuerdo en renunciar a su libertad de opinión (era solo por unos pocos años, el resultado sería magnífico, habría valido la pena, ¿qué les costaba?) eran acusados de «encerrarse en una torre de marfil, o bien de hacer un alarde exhibicionista de su personalidad, o bien de resistirse a la corriente inevitable de la historia en un intento de aferrarse a privilegios injustificados». Una vez que la verdad había sido revelada (Orwell usa la certera comparación entre católicos y comunistas: ¿Qué podemos encontrar más parecido a las purgas estalinistas que la Inquisición medieval?) todo aquel que se opusiera a ella era, o un «idiota» y «romántico» por no entenderla, o un «egoísta» y «traidor» por no querer renunciar a sus privilegios burgueses. Todos aquellos que opinen distinto a nosotros «no pueden ser honrados e inteligentes al mismo tiempo».

He sido criticada como “idiota romántica y librepensadora” durante años, mientras los periodistas militantes regalaban su dignidad en pos de un bien común (igual, sería algo de pocos años ¿no? Después se elevaría “il sol dell’avvenire”, el futuro era de los ‘buenos’ según las escrituras de los amantes del progreso, por pura fe en el mañana).

Aquí seguiremos en la cofradía de los que creen que, hoy más que nunca, hay que militar el periodismo. Generar conciencia, inculcar aquella idea que tenían nuestros padres de este hermoso oficio. Está en nosotros y está en ustedes. Aguante el periodismo a la gorra.

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Victoria Villarruel puso el dedo en la grieta, por Laura Giussani Constenla

Formo parte de una generación que a los 13 o 14 años abrazó los ideales de izquierda que habían sacudido el mundo con revoluciones triunfantes. El futuro estaba allí. Cuba era un ejemplo claro de que se podía acabar con la obscenidad del Capital y poner el foco en la igualdad. Un socialismo caribeño que lejos estaba por ese entonces de parecerse al dogmatismo soviético. Nosotros, los que nacimos en el 60, salimos al mundo cuando todavía quedaban hippies románticos, revolucionarios de metralla, el Che Guevara como símbolo de entrega, ecos del 68 en Europa y entusiastas rebeliones populares. Vietnam que le ganaba la guerra al imperio. Africa que se ponía de pié. Felices de formar parte de esa época en la que se decidía a fuerza de garra y voluntad cómo sería la relación de los hombres y mujeres que poblaban el planeta. Lo imaginábamos justo, alegre, solidario, sin tener una noción muy clara de cómo llegaríamos a construirlo pero convencidos de que lo primero era destruir ese mundo gris, repleto de víctimas, guerras, poderosos impunes, freno a la imaginación y la libertad.

La imprevista reivindicación de Isabel Martínez de Perón por parte de la vicepresidenta provoca un tembladeral en los cimientos mismos del peronismo. Quienes no vivieron esa época, es decir, todos los menores de 60 años, quizás no lo sepan, pero la idea de ‘aniquilar a los zurdos’, tan típica de estos tiempos pseudolibertarios, resuena en nuestras vidas como un retroceso que excede a la Dictadura Militar y se ancla en aquellos años del último Perón, que optaba por una CGT en descomposición, colaboracionista del gobierno que tuvieran enfrente –como los ‘dialoguistas’ de hoy- y llamaba a organizarse para acabar con esos ‘estúpidos e imberbes’ que cuestionaban su conducción.

¿Estupidos, imberbes? Puede ser, tan estúpidos y jóvenes que creyeron que era cierto el aval que una y otra vez del brindaba Perón desde su dorado exilio madrileño, fue Perón quien los abrazó y estimuló para organizar una resistencia armada que puso fin a 17 años de proscripción del peronismo. A las palmadas en la espalda, le sucedieron las órdenes de aniquilamiento que partían del viejo líder.

Isabelita representa lo peor del peronismo, un peronismo que ya huérfano de Perón, profundizó la división entre quienes soñaban con un país más equitativo, socialista, y aquellos que buscaban aniquilarlos. Fueron los tiempos de las Tres A, un estigma que todavía duele a pesar del esfuerzo por dejarlo en la sombra.

José López Rega se convertía, de golpe y porrazo, en el hombre más poderoso del país en esos años negros. Una suerte de mayordomo de Perón que fue nombrado Ministro de Bienestar Social por el Héctor J. Cámpora, y se convirtió en el apoyo político y afectivo más fuerte que tuvo Isabel al quedar al mando de la presidencia por la muerte del líder.

A la memoria completa de Villarruel habría que refrescarla recordándole que era en la Casa Rosada de Isabel Perón en donde se organizó el más feroz grupo paramilitar que recuerde este país formado por hombres de la fuerzas de seguridad y militantes de lo que por entonces se llamaba ‘la patota sindical’, cuya ferocidad provocaba estremecimiento: más de mil asesinatos a mansalva, torturas, amenazas y tres mil atentados con bombas y mesajes a una sociedad inerme que asistía atónita al escarmiento: cadáveres militantes aparecieron colgados como reces en un camión frigorífico, cuerpos incinerados tirados en las zanjas, o asesinatos a plena luz del día a reconocidos dirigentes como Ortega Peña en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires. Teatros que estallaban por los aires, y listas de las ‘próximas víctimas’ en comunicados de las 3 A que giraban por las principales redacciones. Empezaba el exilio de muchos, mientras otros elegían pemanecer en el país medio escondidos o en la resistencia.

Es raro que la artífice de ‘la memoria completa’ rescate del olvido a quienes sembraron de sangre el país a través de las Tres A, aquella miserable Alianza Anticomunista Argentina que fue el antecedente de los métodos de la dictadura militar que vendría. Sembrar el terror era la consigna de unos y otros.

Lejos de mostrar la supuesta interna en La Libertad Avanza en el presidente y su vice, este acto de reivindicación nos recuerda los parecidos indiscutibles de dos dirigentes políticos llegados por azar a la Casa Rosada: Milei y López Rega. Anticomunistas viscerales que imaginan seguir órdenes divinas.

¿Quién era López Rega?

Extraño hombrecito que en su juventud probó suerte en Estados Unidos y el Caribe imitando a Paul Anka. Sí, un cantante frustrado (como Milei).

De regreso al país se alistó en la policía en donde llegó al rango de cabo y logró reunir unos pesos para fundar una imprenta en donde hacía trabajos por encargo, se dedicó pero, sobre todo, lograba editar los primeros folletos de la secta Anäel. Una logia que incorporaba el espiritismo a la política. Unos de sus panfletos, escrito en Buenos Aires, en 1965, reproducía esta escena:

Fue una tarde de octubre de 1965. Era la hora del crepúsculo. Varios miembros de la logia, juntamente con el doctor Anael, caminábamos. Anduvimos largo trecho en silencio. Sólo percibíamos nuestros pensamientos y el gorjeo de los pájaros.
—Doctor Anael —dijo de repente uno del grupo—. ¿Podremos construir la Nueva Civilización? Anael se adelantó unos pasos. Se detuvo, y dándose vuelta, contestó:
—¿Sientes el hambre y la injusticia del mundo?
—¡Sí!
—Entonces podrás construirla.
Giró sobre sus talones y reinició la marcha.
También en silencio, el sol buscaba un nuevo amanecer. ¡El tercer mundo ha entrado en acción!
Logia Anael, Buenos Aires, Noviembre de 1965
.”

Una serie de casualidades imposibles de relatar en tan poco tiempo, puso a López Rega en el camino del derrocado Juan Domingo Perón y lo llevó a ser su fiel sirviente en su mansión de Puerta de Hierro. Allí pegó el gran salto, de la minúscula secta Anael a la Logia P2 que reunía a los poderosos del mundo, entre ellos Perón con la participación de Lopecito. Bingo.

Dos zancada más y estaría de regreso a la Argentina al lado del líder y su mujer, conviertiéndose en Ministro de Bienestar Social y suegro del Presidente provisional del Senado, Raúl Lastiri. La grieta, por entonces, atravesaba con violencia al peronismo. “Para un peronista no hay nada mejor que otro peronista’ se convertía de pronto en ‘Para un peronista no hay nada mejor que un peronista zurdo muerto’. De un lado y del otro, gritaban Viva Perón antes de caer.

Si creen que estamos viviendo tiempos locos, lamento desmentirlo. La locura parece ser casi endógena a nuestra historia reciente. Hoy tenemos un presidente que grita desaforado, termina sus discursos con un saludo a Las Fuerzas del Cielo, y sueña con clavar el último clavo del ataúd del kirchnerismo con Cristina adentro (La quema del cajón de la UCR de Herminio Iglesias es un poroto al lado de semejante amenaza).

Esperemos que las similitudes entre Milei y López Rega se detengan allí. Imaginamos que sí. Nadie puede creer que la Casa Rosada vuelva a ser una cueva de asesinos a sueldo, anticomunistas militantes, que siembren el terror en la población. Al menos, no a los tiros. Por ahora, con los discursos es suficiente para paralizar cualquier insurrección.

Ojalá que la Astrología Esotérica de José López Rega (alias el Hermano Daniel), haya quedado en el pasado, como su banda parapolicial Triple A dispuesta a masacrar todo lo que tuviera tufillo de ‘zurdo’ con el objetivo de crear una Argentina Potencia (el sueño de Lopecito). Ojalá que la memoria quede intacta para no repetir una y otra vez el mismo derrotero nefasto. Ojalá.

Columna emitida por larz.com.ar en la sección Planeta Giussani de La Columna Vertebral el 21 de octubre de 2024

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Diosas griegas del Planeta Giussani

Se hizo desear pero, finalmente, salió la luna. Y no fue una luna común, fue una Superluna. Disculpen ustedes, mis queridos planetarios, si hoy me resulta indiferente el mundo todo con sus guerras, injusticias, muertes, hambre, represiones y locuras. Ahora tengo los ojos puestos en la luna. Es que el Planeta Giussani anda revolucionado por una nueva habitante que eligió nacer, como su hermana, en un lugar en el que el río es un mar y la lentitud una virtud.

Créanme si les digo que éstas son las cosas importantes. Cerrar los ojos y sentir que la vida sigue latiendo y no hay Dios ni Hombres que puedan detenerla. Mientras no perdamos esa capacidad de sentirla estaremos a salvo. Lo que sucede en nuestros pequeños planetas personales es lo único que nos permitirá seguir de pie con una sonrisa en los labios y la energía necesaria para levantarnos cada mañana.

Tuve la gracia de esperar el milagro de la llegada de la luna con su hermana, que pronto se convertiría en ‘la hermana mayor’. Pasamos largos días leyendo El Principito, recorriendo otros planetas repletos de personas raras. Horas y horas dedicadas a cosas importantes: jugar, charlar, leer, pintar, pasear. Tiempo para disfrutar de Ariadna, feliz por recibir a su hermanita menor. Ya sabemos que se dedicará a marcarle el camino cuando esté atrapada en un laberinto. Ariadna y Selene, como dos diosas griegas corretearán por el Planeta Giussani dándole luz a un mundo que quiere convencernos que está sumido en la oscuridad.

Cuando asome la desesperanza, recuerden que la felicidad está en saber escuchar el latido de la vida. Y darse el tiempo necesario para hacer esas cosas que para los extraños señores que viven solos en los planetas del Principito son puras tonterías.

‘Si yo soy una princesa, mi mamá es una reina…¿y la abuela qué es?”, pregunta Ari. “La Reina Madre!’, respondo con cierta vanidad. “Noooo, esa es mamá”. Ah! “Entonces soy la ex Reina Madre”. El mundo sigue andando, generación tras generación.

Gracias a todos por acompañarme semana tras semana en los avatares de mi planeta. Sepan que desde acá también tenemos la mirada puesta en el planeta que cada uno de ustedes habita. Unión interplanetaria, al fin.

Gracias, Nora, por esta hermosa bienvenida a una nueva vida en la Tierra.

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