Este lunes, la justicia resolvía qué hacer con el desalojo del merendero ‘Darío Santillán’ de la Asamblea de San Telmo que se abrió después de la crisis del 2001, en México entre Perú y Chacabuco, a dos cuadras de dónde murió Zacarías de frío. Piensan echarlos justo cuando más se los necesita. Allí viven unas veinte familias. En los malos momentos, como ahora, el local de la asamblea se torna imprescindible. Decenas de pibes van a tomar un chocolate caliente y allí funcionan varias cooperativas en busca de supervivencia.
Este antiguo conventillo, prácticamente derruido en el inicio del 2000 fue reciclado con mucho esfuerzo por la asamblea, que lo reacondicionó, colocó baños, mejoró las instalaciones. Pagaba un alquiler que correspondía al edificio que se le entregó, una ruina, pero de pronto, por esas cosas del mercado y las sucesiones y la crisis y la necesidad de dinero inmediato, los dueños lo vendieron sin preguntar. Y la inmobiliaria Martul aprovechó la ocasión.
San Telmo es un barrio encantador. Su encanto reside en esa mescolanza de arquitectura cuasi colonial, caserones maravillosos abandonados en tiempos de peste, allá por el ochocientos y pico, convertidos en conventillos de inmigrantes de inicios del novecientos. Centro histórico, bueno para turistas, que quieren ver un lugar realmente porteño. Bienvenidos. Pero ese barrio tiene el encanto de éstas historias de conventillos y merenderos. Despojarlo de esa mistura es destruirlo. Y dejar en la calle a otros Zacarías.
La Asamblea denuncia que la venta fue fraudulenta. La beneficiada sería la inmobiliaria Martul, apellido que también tiene su historia. Federico Martul, sobrino de los dueños de la inmobiliaria, fue secuestrado, torturado y asesinado por la dictadura de Videla. Paradójicamente, allá por el 75 militó todo un verano -porque en la UES los estudiantes hacían tareas de militancia territoriales en las vacaciones- en los conventillos de San Telmo -que por entonces era un barrio popular de la Capital- . Paradojas de un barrio o de un país.
Casafú, presidenta de la cooperativa, declaró a Tiempo Argentino: “Es que San Telmo, por la especulación inmobiliaria y el boom turístico, expulsa a los más pobres. Está todo muy bravo, y la crisis hace que se acerquen más chicos al merendero: más de 200 en los últimos tiempos. Incluso tenemos que dar refuerzos los viernes, para que puedan comer algo los fines de semana”.
El mundo cabe en una esquina.